-Dónde está mi mantón negro, Rosa?, si, el de los flecos.
-Todas las noches la misma historia Candelaria. Y ayer era la del alba cuando llegabas, con la cara arrebolada y un brillo en los ojos qué!…, miedo daba verte, y mas espanto mirarte!.
-Y dale, Rosa, y dale .... A ti qué te importa?. Dime dónde esta la mantilla, y calla!. Sigues obcecada y furiosa. A ti qué mas te da, tonta?.
- Me da!, claro que me da!. Un día se va saber todo, niña. Y nos vamos a tener que ir del pueblo. Ya! ya,…, ya sé que no te importa, pero antes me harás sacar todos los ungüentos y pócimas de la jícara para curarte ese alma manida de tanto ofrendarla; y querras que le dé al corazón un buen masaje, para que salga de ese arrechucho que te está trastornando el sentido. No ves, que estás como ida?. Que pasas el día sólo esperando la noche, niña.
- Tú, qué sabrás, Rosa!. Ya estás con tus imaginerías y tus aprensiones. ¡Me quiere! , Rosa, ¡ me quiere!, y yo tengo el alma loca.
-Por eso sales arrebujada, Candelaria, con mantoncito de flecos y la carita tapá?; viniendo de madrugá?, -dime-.
-Siii, de madrugá, vengo!. Todita embriagada de luna y.., los oidos llenos de escuchar luceros. Como embalsamada en palabras. Ay Rosa , y el cuerpo!. El cuerpo de labios lleno y embarazado de besos.
- Dónde vas de madrugá, -niña-, con la carita tapá?.
-No voy, Rosa, ebria de amores, vuelvo!.
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