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Entre las luces se abrió un camino ya recorrido por el hombre. Sentía como repetía los pasos de algún genio de la historia. Entre sus manos unas hojas de papel, un lápiz de afilada punta y un objetivo.

Seguía el sonido de sus propios pasos, o los de su imaginación, que iban retumbando delante de él como si el futuro le marcase el camino. A tientas encontró un jardín, totalmente abandonado. Se sentó encima de lo que era una gran fuente, al menos en sus buenos tiempos. Ahora la hiedra la cubría en una gran parte.

Miró entre las hojas de papel en busca de alguna anotación. La encontró. Estaba en la cuarta hoja, era diferente de las demás. Ésta era a rayas mientras que las demás eran lisas y blancas. En el comienzo de la cuarta línea unas delgadas líneas de lápiz construían símbolos ininteligibles para él.

- Olvida tu exterior, estás a punto, ¡sigue adelante! ? una voz arremolinaba el aire detrás de su nuca - ¿Es tuya?

Se giró, ante él un niño. Estaba sentado en una de las ramas más bajas de un alto árbol.
- ¿El qué? ? contestó atónito.
- La frase, ¿es tuya? ? señalando a la hoja de papel.
- Ah...esto, n..no lo sé.
- ¿No lo sabes? ¿Qué clase de mente eres?
- ¿De..mente?
- Bah, déjalo, eres aburrido ? saltó al suelo.

El niño caminó dando círculos alrededor suyo. De repente notó una humedad constante en su espalda.
- Deberías salir de ahí o te empaparás.

Se levantó rápidamente. La fuente funcionaba y la hiedra retrocedía ante el fuerte chorro de agua que lanzaba la boca del delfín situado en la parte más alta.
- ¿Esto...esto no estaba parado?
- Ahora no.
- Y el árbol, no lo he visto antes.
- Bien, bien, tenemos a un novato, ¿eres nuevo en esto? ? el niño se mecía la masa de pelos que acababa de nacer en su barbilla.
- ¡Tú!
- ¿Asombrado? ¿No confías en tu capacidad creativa, en tu ingenio?
- ¿Qué?
- Hablo demasiado.

El niño caminaba en dirección a un gran edificio aparecido de la nada. A cada paso iba creciendo, como si el tiempo se hubiese acelerado. Ya era un adolescente cuando entraba por la puerta.

Corrió hacia la puerta por donde entró el chico.
- ¿Qué pasa aquí? ¿Qué es esto?
- ¡Felicidades!

La habitación de entrada al edificio era muy grande. Del alto techo colgaban adornos de fiesta y una gran pancarta que decía : Feliz descubrimiento. La sala estaba llena de gente que le miraba sonriente.
- Eres un genio Dan ? era un hombre de mediana edad, con unas gafas grandes.
- ¿Dan? ¿Genio? ¿Por qué? ? la confusión le embargaba.
- No te hagas el modesto, tu teoría ha revolucionado toda la ciencia. Eres el hombre del siglo, pero no hablemos de ello, vamos a celebrarlo, te traeré una copa ? se alejó.
- Teoría...
- ¡Oh, Dan! ? la mujer lo abrazó y lo besó. ? Mi gran genio.
- ¿Quién eres? ¿Qué pasa?

La gente desapareció. Seguía confuso. El chico seguía ahí. Llevaba un gorro negro y ropa más grande que la de su talla.
- ¿Te gusta? Es guapa ¿eh?
- ¿Qué teoría?
- Deberías concentrarte en las personas y no sólo en las palabras. ¿Por qué crees que estás aquí?
- ¡No sé ni siquiera dónde estoy!
- Entonces creo que viviré una juventud eterna. Seré la envidia de las demás.
- No entiendo nada ? sollozaba.
- Humm, el primer rastro de humanidad, hace tiempo que no lo observaba en ti. ¿Quieres acompañarme?
- ¿A dónde?
- Tan listo y haces preguntas tontas.
- ¿Por qué?
- Así está mejor, por que sin mí no eres nada. ¿Te gustó la fiesta? Fue demasiado veloz para mi gusto.

El chico volvía a crecer aunque más lentamente que la vez anterior. Lo observaba en su pelo, que se alargaba hasta llegarle a los hombros. El gorro había desaparecido.

Entraron en una sala más pequeña que la anterior, totalmente azul, tan sólo en el suelo se observaban una cruces rojas mal pintadas con una brocha gorda.

- ¿Te gusta tu obra?
- ¿Mi obra?
- Has conseguido lo más importante, lo demás será coser y cantar.

El chico aparentaba ya unos 18 años. Ahora el vello facial le cubría gran parte de la cara formando una barba negra de oreja a oreja. Apenas se podía ver como esbozaba una sonrisa de complicidad. Pero desapareció.

- ¡Otra vez1 ¿Dónde habrá ido?

Pasaron horas hasta que volvieron a oírse pasos. Se hallaba sentado encima de una de las cruces. Había estado escudriñando en esos papeles que sostenía sin razón. Ahora varios folios estaban llenos y un tercero estaba a la mitad. En ellos había símbolos que tampoco comprendía, algunos similares a los del papel a rayas y otros diferentes, nuevos para él.

Los pasos comenzaron a oírse desde el suelo, pasaron por ambas paredes al unísono y desembocaron en una puerta situada en la pared de su derecha. Golpearon a ella.

- ¿Quién es?
- Tu conciencia ? y se oyó una risotada detrás de la puerta.

Abrió, era el chico, ahora un hombre, un hombre joven de unos 23 años. El pelo lo llevaba recogido en una cola y se había afeitado la barba.

- ¿Te sientes preparado para seguir?
- ¿Seguir a dónde?
- Creo que formulas preguntas sin sentido, mi querida mente.
- ¿Por qué me llamas mente?
- No aprendes.
- Bien, ...¿seguir con qué?
- ¡Bingo! Pero lamentablemente no puedo contestar a esa pregunta.
- ¿Por qué? ? el cansancio, la confusión y la desesperación hacían mella en él.
- Es inútil preguntar eso ahora.

El hombre saltó hacia atrás y se elevó como si no pesara nada. Desde hacía un par de horas tenía la sensación de que el chico y el hombre le sonaban mucho.
- Te consejo que aceleres ? se oyó la voz del hombre desde arriba.

Saltó y subió. Se sintió levitar como si su peso fuese menor que el de una pluma. Llegó a un nivel superior. Entró por una puerta similar a la que había salido. La habitación era completamente igual. Sólo había cambiado la posición de las cruces. Ahora estaban pintadas en la pared que tenía en frente.

- Si aún no has entendido dónde estás es que eres francamente necio.
- No es demasiado común en mi vida este tipo de cosas.
- ¿Vida? ¡Tu no tienes vida! Eres como ese tipo de personas que se encierran en su trabajo y pierden el contacto con la sociedad. Espero que seas el último.
- Mi...trabajo.
- Callaré.
- ¡No! ¡No te calles! ¿Cuál es mi trabajo?

Pero volvió a desaparecer. No espero mucho hasta que se estiro en el suelo. Los papeles seguían en sus manos y parecían haberse rellenado solos, algunos símbolos los sacó por deducción y comparación con la hoja rallada. Muchos otros los supuso, como los símbolos diferentes a los de la hoja, que parecían indicar cantidad o orden. Algo fermentaba en esas hojas y no sabía qué era.

Dejó las hojas encima de su pecho y miró fijamente hacia las cruces mal pintadas. Entre el contraste de colores cayó dormido.

Despertó con los músculos entumecidos debido a la dureza del suelo, que ahora era totalmente verde. Las cruces ahora eran blancas y estaban algo más arriba. En una esquina superior estaba sentado el hombre. Se aguantaba allí, como si nada le forzase a bajar.
- Nunca pensé que un considerado genio como tu fuese un vago.
- ¿Genio?
- Ahí durmiendo sin hacer nada. Tienes un imperio que levantar.
- ¿Impereo?
- Imperio, reino, dominios...
- ¿Qué?
- Para, para ? se decía a sí mismo ? eres tan tentador. Es genial verme delante de un genio, valga la redundancia, mencionando palabras que ni siquiera sabe pronunciar bien.
- No entiendo nada.
- Jejeje...subamos.
- ¿A..? Mejor déjalo.
- Bien, al menos tienes memoria.

Salieron por una puerta del techo que rápidamente los condujo a una habitación totalmente diferente a las anteriores. Estaba llena de gente sentada en sillas. Él estaba delante de una especia de púlpito. Entre sus manos volvían a hallarse las hojas. Esta vez todas llenas de anotaciones. La mayoría ahora le eran familiares, incluso legibles.
- Es tu momento ? resonó una voz a su lado.

El hombre era ahora más mayor, ya en la tercera década de su vida. Se notaba la piel curtida por los años, aunque sólo hacia unas cuantas horas que lo había visto ser un niño.
- Habla.

Empezó a leer las hojas que tenía delante, muchas veces contestando a preguntas. Todo estaba dentro de él, conocía todo. Lo controlaba e incluso controlaba a la masa de oyentes que tenía delante. Los ojos atónitos de cientos de personas apuntaban a él, parecían sorprendidos pero a la vez entusiasmados.

Una hora después estaban todos aplaudiendo su exposición. Había sido espléndida y el público estaba emocionado.

La gente corrió hacia él y lo levantaron, gritaban. Los papeles se le escaparon de las manos y no pudo girarse a ver dónde habían caído. La multitud lo llevaba hacia otra habitación. Allí cayó al suelo y vio un libro delante de él. Estaba perfectamente encuadernado. En la portada ponía La Teoría por Dan.

- Enhorabuena, genio ? el hombre era...¡era él! Era como un reflejo de su persona.
- Tú...¿eres yo?
- No exactamente, aunque sí una parte de ti. Felicidades, eres realmente el genio del que hablaban. Me alegro.
- No sé si realmente eso sirve de algo. Aún no sé qué hago aquí.
- Ni tú ni nadie.
- Pero, todo es muy raro. Siento como si todo hubiese acabado pero me quede algo por hacer. Y sé que es pero...
- Bien, entonces hazlo.
- No estoy seguro de querer hacerlo.
- Entonces no lo hagas.
- No eres de gran ayuda.
- Haz lo que realmente desees.
- Eso es fácil de decir. ? se quedó pensativo unos minutos - Pero creo que lo haré.
- Bien, haré los preparativos.

Ante él su ?doble? desapareció y una ventana abierta daba a un cielo negro y estrellado. No lo dudó.






La televisión seguía encendida mientras Nadia se secaba las lágrimas.
- ?Esta madrugada se ha suicidado el gran científico conocido como Dan. Muchas apuntan a que la causa de la muerte ha sido la locura que lo embargaba. Ha dejado una hija. En su despacho ha sido encontrado un manuscrito titulado La Teoría que parece ser una revolucionaria teoría que renovaría la visión de la ciencia y ...?

La apagó, y se dejó caer sobre sus rodillas mientras lloraba.



Texto agregado el 27-01-2004, y leído por 129 visitantes. (0 votos)


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