Escribir, es llorar o reír, es cantar guardando luto, es soñar o dormir, siempre y todo en silencio. Es escucharme y usar el lenguaje sin notas y con acentos, subliminal y subversivo del que ama como un vicio. Es estar más allá de mis ruegos y reclamos, es hablar con alguien cuando estoy a solas, porque no puedo callar, en el intento por solventar el conflicto de quedarme callado por miedo al errar.
Escribir es luchar y gritar en silencio mientras nadie me escuche, y nadie que me lea lo haga en voz alta, con el sentimiento que sólo el volumen le da a una letra sufrida, es compartir mi llanto o mi alegría, para no tener que tragármelos solo. El escribir es ahora la entrada y la salida, escribir es el arma casi siempre de dos filos, es la solución al problema de la comunicación quemada, deteriorada y fallida, es decir las cosas más tibias, tristes, triviales o sencillas, perfumándolas y poniéndoles color, es resolver el asunto siempre pendiente de tener que decir y explicar todas las cosas.
Es salirme de mí mismo para mostrarme a alguien más acaso vulnerado, escribir es no morirme, y no dejar de caminar. Escribir es seguir en pie de lucha e intento, día tras día, dolor con dolor, mano con mano, letra tras letra, amor con amor… o sin él. Escribir es seguir adelante sólo para darme cuenta de que no estoy tan vacío como a veces me siento, o estoy más solo de lo que había pensado, por eso… sigo escribiendo, porque no quiero morir.
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