Creo que empecé a perderme en ese instante en el que cerré mis ojos y deje de encontrarte, de reconocerte en mi...
Creo que empecé a morir desde el día que dijiste adiós y saliste corriendo de mi ventana, para escaparte hacia otro cuento... dejándome inerme con mis huellas perdidas, buscando el reflejo de tu rostro en mil espejos que sólo me devuelven ausencias y vacíos...
Lloro los silencios, mientras presencio la inconsciencia de un cuerpo que entre sábanas extrañas sólo sabe mentirse. Lloro los huecos que ya no se llenarán nunca más de ti, porque fortuna quiso que mis manos dejen de prolongarse hacia tu piel. Lloro al recuerdo tendido en mi memoria, ocupando todos los malditos espacios...
Pero lloro sin lágrimas... nostálgica.... sin reservas, sin pudores, sin la menor intención de renacer.... lloro para borrarte, o borrarme (que no es lo mismo, pero es igual). Borrarme las marcas, los dolores, las partidas, los reencuentros... borrarme la profunda herida de saber que tu cuerpo ya no me pertenece... que ya es de otra (como antes de mis besos... decía Neruda)
Y morir... morir en las noches en las que extiendo mi brazo y no estas conmigo, porque te fuiste, porque tu cobardía no pudo retenerte en la lucha, porque dejaste de soñarme, de amarme, de reconocerme....
Morir en la negrura de algún lugar que conocí de tu mano, morirme mirando una foto que inmortaliza el tiempo en el que vos y yo éramos eternos y alados, en el que existía el siempre-siempre.
Hace cuatro estaciones que vivo por inercia, que recaigo en camas y cuerpos que no vuelan, que no encuentro espacios de tiempo en los cuales verme...caí, o estoy en continua caída?... sin pasos, sin sombra... dejé de ser... o no fui nunca?
Y me olvido de mi, me escondo de mi propio reflejo... no soy más que el melancólico recuerdo, que aún presente, no puede convertirse en pasado, porque tiene la manía absurda de tropezarse con mis ojos para remarcarme que estas ahí... ya desdibujado.... pero siempre ahí...
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