Despertó esa mañana sabiendo que ya nunca más la iba a tener a su lado, todavía le retumbaban en los oídos sus últimas palabras: “Perdoname pero ya no quiero verte nunca más en mi vida” dijo y cortó el teléfono sin dejarlo hablar.
Sabía que estaba perdido, que lo había intentado todo y que nada había funcionado, ella estaba muy molesta con él mientras él afirmaba que no lo entendía, que la amaba profundamente pero que las circunstancias lo habían llevado a engañarla.
Lentamente se acercó al espejo del baño y se miró a los ojos, esos que el día anterior le habían dado tantas lágrimas. Se odió a él mismo, maldijo el día que conoció a aquella otra chica que como una mesera experta retiró el mantel que sostenía su relación con el amor de su vida sin tirar una sola de las copas de la sospecha.
Pero no todo había sido tan perfecto, porque dicen que el pez por la boca muere, y ése fue el caso, su inestable temperamento en un momento de furia hizo que le cuente todo rompiendo el delicado equilibrio de su traición.
Volvió la mirada nuevamente a sus ojos que se reflejaban en el espejo mientras cerraba lentamente su mano derecha hasta formar un puño tenso y amenazante, sus pupilas se llenaron de cólera y lágrimas, hasta que toda aquella fuerza se descargó de un certero golpe.
Las astillas se regaron por todo el baño junto con la sangre del pobre infeliz.
Un trozo de importante tamaño de lo que había sido su espejo fue a parar dentro del lavabo, en él nuevamente pudo ver sus ojos, como si la culpa lo persiguiera.
La amaba tanto... había sido tan feliz... y la extrañaba, su vida no tenía sentido sin ella, sin sentir su dulce aliento en la nuca las mañanas, sin poder besar sus suaves labios que daban miel en las tardes y sin poder escuchar esos “te amo” tan oportunos que levantaban su estado de ánimo en las noches más melancólicas.
Y quedó él, con aquel trozo de espejo tan afilado como tentador, con una devastada alma dentro suyo que ya no quería seguir luchando, y con las últimas palabras de ella que seguían atormentando su pobre memoria.
Con su mano derecha tomó aquel mortal objeto, y se dirigió a su habitación, donde en la mesita de luz tenía la foto de la mujer a la que tanto amaba.
Se sentó en su cama y miró el teléfono, pensó en hacer un último intento, quizá ella haya cambiado de opinión, imaginó, quizá todavía me ama... pero justo antes de levantar el tubo y marcar se dio cuenta que no debía, que solo era una tenue ilusión que le daba su subconsciente.
Entonces, sin nada que lo impidiese y con un eficaz movimiento de muñeca se cortó las venas de la mano izquierda. Pudo ver cómo la oscura sangre emanaba de ella sin sentir siquiera el mínimo dolor. Comenzó a marearse y a respirar con dificultad, supuso entonces que era su última oportunidad de besar el rostro de su chica, así es que tomó la fotografía y lo hizo.
Finalmente, y por última vez, se vio reflejado en la improvisada arma mortal que utilizó, allí estaba él con sus ojos rojos y llorosos, su aliento cada vez se hacía más leve, comenzó a bajar su cabeza debido a la debilitada fuerza que se extinguía hasta que sus ojos se cerraron dejando caer su última lágrima de dolor...
Parecía que todo había terminado, pero mientras esa lágrima descendía por su mejilla pera desvanecerse en la sabana, el teléfono comenzó a sonar, era ella para decirle que no podía vivir sin él, que lo extrañaba y que pase lo que pase siempre iba a estar a su lado, pero por supuesto nadie respondió, porque la vida es casi tan irónica como la muerte.
Libre es aquel que no está esclavizado por ninguna torpeza. Cicerón.
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