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Rapsodia en Azul.

Aparentemente Isabel no tiene razón para lamentaciones, excepto por algunas arrugas incómodas que se anuncian irrespetuosamente en la frente y unos hilos plateados suspendidos de su cabellera negra. Con cincuenta años de edad, comparte su vida con un esposo respetuoso y solidario, tres hijos, dos en la Universidad de la localidad y una adolecente que esta por graduarse de bachiller. Su casa situada a la orilla del mar posee todas las comodidades necesarias para una vida placentera. Tiene el malecón a pocos metros de distancia y la Bahía la puede contemplar desde cualquier rincón. Ambos jubilados y con pensiones y ahorros suficientes para vivir en este mundo sin mayores consternaciones económicas. Sin embargo el pasado atormenta a Isabel y no puede olvidar los acontecimientos que le sucedieron cuando era muy jóven. Habia sido una chica inquieta y prototipo de buena hija, buena hermana y muy buena estudiante. Pero los fantasmas del pasado le aparecen a cada momento y a pesar que tiene un sentido común singular y un especial modo de razonar, no encuentra respuesta a su dilema.
Y este ha sido su talòn de Aquiles. Con frecuencia sus recuerdos la transportan a finales de los años sesenta cuando vivía en la pequeña casa de la Castellana junto a sus padres y hermanos. Recuerda claramente las mañanas cuando todos en la familia se preparaban para la faena diaria escuchando música y las noticias del dìa en el radio RCA Victor de la época de la primera guerra mundial y el ropero estilo Luis XV que era una caja de pandora donde se depositaban todas las cosas que la familia consideraba importantes, desde el abrigo de su madre , los sombreros de su papá, su muñeca preferida, pasando por la literatura subversiva que sus hermanos distribuian por las noches y las candelas de dinamita que rompían el silencio y la tranquilidad nocturna para volar en pedazos los rieles del tren. Las veladas con el poeta Otto Rene Castillo y las largas reuniones nocturnas con extraños cuyas conversaciones sobre temas que a esa edad no podia entender, era parte de esa vida mágica que le tocó vivir. Pero desde que fuera separada violentamente de su familia, la música de esos tiempos es la que la retrocede a esa época y la inquieta. En esas mañanas de risas, prisas y bromas, las melodias que salìa del viejo radio le proporcionaban la paz y la seguridad en el contorno de una familia amorosa e integrada y la colocaba en una dimensión donde el tiempo y espacio eran irrelevantes. ¡Oh! qué éxtasis era oír la Rapsodia en Azul de Gershwin o la Polonesa de Chopin en ese contorno. Al recordar esos momentos y oir esas tonadas, lágrimas recorren todo su ser y una emoción arrolladora la envuelve de pies a cabeza. Hubiese querido tener un vehículo que rompiera la barrera del tiempo para retroceder a esos instantes y despues congelarlos para que fueran eternos. Pero los fantasmas tambien eran de otro género y de un tiempo posterior, son como cicatrices profundas que hieren su sentido común. El fantasma de su compulsiva juventud y el caliz de su sexualidad endemoniada la han atado eternamente. Le viene a la memoria como explosiones abreviadas y le sobresalta los momentos de noches de sexo, lujuria y pasión arrolladora con sus amantes de aquella era. Recuerda a uno en particular. Era igual que ella, deseaba estar juntos las veinticuatro horas del dia entrelazados en la cama alejados de las circunstancias y olvidando que existia un mundo exterior.
Pero el peor de estos recuerdos ocurrió posteriormente. Fué el recuerdo de esa mañana calurosa de abril cuando se dirigia a su casa en la Castellana.
Era muy temprano cuando observó frente a su hogar los obscuros vehìculos de donde bajaron una multitud de hombres con las caras cubiertas y armas de grueso calibre en mano. La operación duró pocos minutos. Todavia tiene pegado a la memoria, las caras de sus padres y hermanos cuando los metían dentro de las furgonetas macabras. Isabel se habia quedado petrificada y su miedo sideral le penetró los huesos, impidíendole reaccionar, mientras los vecinos y transeuntes, desde las ventanas o la calle seguían tímidamente con la vista todo lo que o sucedía en esa mañana sofocante. Los vehìculos salieron en la dirección de Isabel a toda prisa y en ese instante pudo ver a su madre en uno de ellos. Le llamó la atención la serenidad y su templanza en el instante que era secuestrada por los paramilitares. Hubiese querido estar presente en su casa para ser parte de las tenebrosas estadísticas de los desaparecidos y acompañar a toda su familia en el Vía Crucis de la tortura y posterior ejecución. Pero no pudo, se fue con su amante la noche anterior para disfrutar una vez más de las delicias de su cuerpo y de las maravillas del sexo.
Recuerda que al día siguiente del secuestro de su familiares y sin mayores preámbulos y con nada más que lo que llevaba puesto, su tío Fernando la sacó del paìs. Su vida en el exilio fue también un martirio por el recuerdo. Se consolaba escribiendo y escuchando a Gershwin y otros clásicos. Generalmente escribía por las noches hasta que los hilos de la luz matinal aparecían lentamente y se quedaba dormida sobre el ordenador electrónico. Una editorial le publicó varias de sus narraciones y se hizo famosa en un mundo latinoamericano dominado por el hombre.
Frente al mar, escuchando el repicar de las olas que golpean sin descanso el malecón de su casa y tratando de adivinar los sueños de las ballenas que silvan sin cesar, Isabel medita sobre sus fantamas y tambien se preguta si valió la pena tanto sacrificio.





Texto agregado el 14-10-2006, y leído por 255 visitantes. (5 votos)


Lectores Opinan
04-06-2008 Muy buen texto Roberto, es una historia conmovedora, realista y bien tratada, muestra con tino lo que se afirma: que los sobrevivientes de una tragedia familiar desarrollan en su conciencia un gran sentimiento de culpabilidad, que como un lastre lo llevan toda su vida.*****Saludos. sagitarion
01-02-2008 Sí valió la pena el sacrificio porque el mundo sigue su ritmo chilenomarinero
27-10-2006 Genial relato, pasamos de la alegría de los recuerdos buenos a los atormentadores. Un vistazo a cosas del pasado que han ocurrido en muchos países latinos y probablemente del mundo. Muy buen escrito, transmitís la angustia y la culpa de los que sobrevivieron a una familia de desaparecidos. Me emocionó. Besos y estrellas. Magda gmmagdalena
24-10-2006 Un relato estremecedor y angustiante por lo culpigeno. Buen trabajo. Lio_Mendez
 
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