Hoy estoy especialmente intranquila. El día me ha pasado por encima, por así decirlo, casi sin haberlo saboreado. He estado esperando que algo suceda, que se abra la tierra y me trague por completo, o que algún amigo del colegio buscara mi dirección en la guía telefónica y me mandara flores, pero nada ha pasado en este lluvioso día que se va coloreando de negro, con el día que se va y la lluvia que cae.
Enciendo el televisor: nada que ver. Trivialidades, tonterías... que pasa??? Me levanto de la cama, y dejo en ella la humedad de mi sudor, típico de estos días en este lugar. Quiero imaginarme muchas cosas. Miro fuera y la lluvia me obliga a levantarme y cerrar las persianas de mi habitación.
Son las seis de la tarde, y aun no me doy una ducha. Miro una vez más la televisión encendida, como si ella quisiese disuadirme del diario ritual del baño. No tengo mas escapatoria, debo bañarme, y empieza el callado rito rutinario. Me desvisto, primero la camiseta, luego los pantalones del pijama... luego la ropa interior, y ahí estoy: expuesta en mi desnudez, frente al espejo, y sola. Tomo la toalla que esta en la silla al lado de mi cama, y me envuelvo en ella. Abro la puerta y me dirijo al baño. Dudo un poco pero al final, ya esta. El agua empieza a recorrerme, entera, luego el jabón, y luego el agua, y mas agua aun afuera, que llueve a cantaros, como si el cielo se vengara del incesante calor que ha hecho estos días.
Salgo de la ducha, me seco y me visto. "Lo llamare", y eso hago. El contesta y es obvio que no quiere hablarme. Tiene cosas mas importantes que hacer hoy, como ayer, como en día anterior. No hay tiempo para mi, y no me queda mas que comprender eso, ser amable y colgar. Hoy cuando llueve, cuando no debía de estar sola, lo estoy. Miro el anillo en mi dedo, y pienso en mi idea de lo correcto y lo incorrecto. La tele sigue encendida, esperándome.
Las seis treinta. Que podría pasar en un día como este? La lluvia sigue, y hasta corre un hilo de frío, que se cuela por las rendijas minúsculas de las persianas. Abro un libro en una página cualquiera, pero no me puedo concentrar y lo cierro de un golpe. Irremediablemente hoy pasara algo.
En la televisión pasan "Amelie". "Sin ti, las emociones de hoy no serian sino la piel muerta de las emociones de ayer". Cuales fueron las emociones de ayer? Creo que tengo su piel muerta colgándome de entre los dedos. Es octubre, y como duele que lo sea. Hoy, hace tiempo, me beso por primera vez. Pienso en muchas cosas. Mis pensamientos empiezan a divagar entre lo absurdo y lo cotidiano, mientras el tiempo me pasa, recostada en la cama, como una naufraga echada a muerte. Todo viene a definirse, claro esta, en la idea de la soledad circundante, y en mi amor propio tirado a los perros. Pero eso ya es usual.
No, no me llama. De verdad no hay tiempo para mi. Estará pensando en mi? Seguro que no. Tiene mas cosas en la cabeza, a mi me debe tener en otro lado, verdad? A fin de cuentas, algo debo de significar para el, no?. Me he dado cuenta, muy tarde por desgracia, que la melancolía no me sirve de nada.
Las siete treinta ya. Nada. Estoy decidida a desconfiar de mis instintos, pero suena el teléfono. Lo he dejado sonar dos veces, solo para darme cuenta de que no me lo imagino. Extiendo mi mano temblorosa hacia el aparato, y contesto. Es su voz. Dios, como deseaba escuchar esa voz! La suavidad de sus palabras llega a mi desde el otro lado del auricular. Como desearía que sus llamadas fuesen mas frecuentes! El no reconoce mi voz, y yo me hago que tampoco conozco la suya, para no sentirme tremendamente inferior. Pregunta por mí. Si, si estoy, y soy yo quien habla. Solo me llamaba para decirme que esta cerca, que pensó en mi y que quiso llamarme. Eso, en su idioma personal, no significa nada más que eso: que se le dio de repente por saber de mi; pero para mi es el mundo. Le respondo que bien que pensó en mi, que muchas gracias, y que yo igual pienso en el a veces. Me dice que estará en ese número por varios días, y que nada, que adiós, y yo que adiós también.
Me quedo mirando el teléfono por largo rato después de colgar. No me atrevo a dejarlo en la mesa, por miedo a que desaparezcan las emociones, que ya no eran las de las pieles muertas, y que hacia ya tiempo que no sentía. Me quedo pensando en las posibilidades. Si le viese, talvez cuando me mirara a los ojos, se diera cuenta del error que cometió al dejarme ir, al no amarme. Quizás, si le llamase y quedáramos de encontrarnos en algún lugar, quizás el recuerdo pudiese salvar algo de lo quiso haber antes, aunque no estoy muy segura de que hubiese algo mas que lo que yo sentía. Vuelvo a imaginar, por un segundo, que estamos juntos, que tenemos hijos y una casa blanca y estrecha en medio de un bosque, donde el llega del trabajo, y yo le tengo la comida lista.
Me despierto a la realidad de las cosas con lágrimas en los ojos, y tristeza en el alma. Sabía que este no seria un día normal, pero nunca pensé que seria doloroso. Hay algo que se muere dentro de mi, talvez la esperanza que hace ya mucho que mate yo misma, o la mato el cuando me dijo sin rodeos que no me amaba? No puedo creer que después de tantas estupideces que hice por el, me dijera que yo no tenia espacio en su vida, y que hoy me llamara. Le escribí un libro de poemas, le pinte cuadros, le escribí canciones... y aun así no me amo. Muchas veces he querido preguntarle el porque, pero siempre pienso que eso podría quebrar el delicado hilo que aun nos une.
Me muerdo las uñas, y lo hago tan fuerte que me sangran. Empiezo a llorar. Antes lloraba por el, por lo que se perdía, por lo que no estaba sufriendo; por el que, tan tontamente, no me amaba. Ahora lloro por mí, porque aunque no debiera, ahora estaba sola, y la vida lo sabía y me lo echaba en la cara con esa llamada. La vida, esa cruel despiadada, me recordaba lo que había perdido para siempre.
Las piernas me duelen. Cuanto tiempo he estado ya de pie, con este inútil aparato en la mano? Las ocho. He llorado ya por media hora mas o menos. Me duelen los ojos, y la lluvia, la televisión, la cama, y la toalla que se seca encima de la silla a su lado parecen burlarse de mi destino, y de que alguna vez pensé que las cosas podrían ser como en los cuentos, las novelas y las películas.
Me siento en una esquina de la cama, como si fuera la esquina del mundo, donde todo se esta derrumbando. Siento ese tiempo muy breve, como la vida de una mariposa. No quiero moverme para no espantar esa sensación que me llega desde tan lejos, y suena el teléfono. Al principio no lo escucho, y luego viene a romperme los tímpanos, rompiendo en pedazos imposibles de recolectar ese momento tan íntimo que compone la propia lastima. Lo levanto, tratando de ocultar la hinchazón de los ojos, y las lagrimas de mi garganta. Increíblemente, y en este preciso instante, parece que ha encontrado tiempo para mi, finalmente. Me habla con esa vocecilla que siempre consigue conquistarme, y me pregunta que si le he extrañado, que tengo, que parezco que estoy con gripa, que si me he mojado con la lluvia. Yo le digo que si, que le extraño a cada momento, y que no, que no tengo nada, que son las alergias, nada mas, y que cuando vuelve a casa. No me responde. Me dice que me deja, que tiene que colgar, que le ha surgido algo, y que me llamara luego. Me dice que me ama, y yo le comprendo, y le digo que también le amo. Como siempre, me visto de amabilidad y le dejo colgarme el auricular sin hacerle sentir culpable.
La televisión aun esta encendida, y la apago, para que no intente recordarme que mañana tendré que levantarme al frío de la madrugada, en soledad. Me acurruco entre las sabanas, y la oscuridad de mi habitación, y con un ultimo sollozo, me propongo dormirme, mientras los pajaritos y las ardillas me juegan al rededor de un sueño que solo fue mío.
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