Y el teléfono descansa sobre una morada quieta que no altera el episodio, rígido, callado, taciturno. El sonido se ha fugado con la soledad de estas paredes tras un patio desterrado que yace moribundo con mi vida, fugada de sonrisas. Escucho tu sonar mientras corro a ese encuentro pero nada ocurre, rozo el auricular para cerciorarme si aún lates y mis sueños mueren con tu ausencia que no llega, con el deseo oculto vaciándome las manos. Mudo me observas desde un rincón bajo el orgullo de ignorarme, insípido, neutro, aferrado a no decir nada hasta que el sonido tembloroso te delata, me apuro a tomarte mientras esbozo un hola, aunque nadie me responde. Te suelto, imagino tu voz, las palabras rondando entre los labios junto al amor regresando hacia la casa. Y la lluvia se dilata sobre la ventana susurrando un nuevo encuentro, te extraño, me apodero de las luces que amanecen en mi piel para seguir la espera. El eco de tu ring estalla con el cuarto mientras despierto alborotada, vuelvo a correr ante tu imagen absoluta para tomarte entre las manos: - Hola... -
mientras el sol se filtra en filamentos diminutos que derraman tu llegar.

Ana Cecilia.