Segundo Sueño.-
........Luz. El cielo anaranjado del atardecer recortado por la silueta de mil hojas de arce.
Otoño. Troncos de árboles. Troncos viejos, torcidos, soportando durante miles de años el peso del tiempo...
La plaza, llena de estatuas y bancas de mármol. Pasto cubierto por miles de hojas amarillas. Los pasos de ella, su vestido color crema, sus guantes de seda y su pequeño parasol amarillo con un flequillo blanco en los bordes. Es apenas una pequeña niña, cinco años máximo. Su vestimenta, sus rizos dorados y sus ojos celestes le daban una apariencia de ángel. La niña se sentó en una banca de mármol, sacó una pequeña bolsita de tela llena de migas de pan, tomó un puñado y lo lanzó al piso de la plaza. Cuadrados blancos y negros, como un tablero de ajedrez, fueron rápidamente ocupados por palomas, todas ellas - sin excepción- blancas.
Los pasos secos de un hombre. Zapatos verdes, pantalón verde, camisa, chaqueta y corbata verdes. Tenía un sombrero de hongo verde. Se sentó en frente de la niña, sacó un reloj de bolsillo plateado, miró la hora y la comparó con la del reloj de la torre que se alzaba a lo lejos. Eran diez para las seis.
A lo lejos se escuchaba una melodía de organillo, de esas que le dan un poco de vida a los parques y a las plazas, una melodía que recordaba la niñez, una música que hacía retroceder el tiempo...
El hombre miró a la niña:
- Disculpa.
- ¿Sí?
- ¿Cuánto tiempo falta?
Una pausa de la niña.- Eso depende. ¿Qué es lo que está esperando?
- ....Buena pregunta. Hace tiempo quería llegar acá, yo sabía que acá en este lugar iba a encontrar algo...lo que no me acuerdo es qué cosa venía a buscar...
- Mala cosa, señor.- dijo la niña.- Porque, como usted lo ha comprobado, saber lo que uno busca es tan o más importante que encontrarlo, ¿no lo cree?
- Creo que tienes razón...
- No se preocupe. Si llega alguien más buscando algo, usted sólo le pregunta qué es lo que busca. Es muy probable que sea lo mismo que busca usted.
La niña lanzó más migajas al suelo. Las palomas llegaron volando desde todos lados. El señor de verde guardó su reloj y se entretuvo mirando a las palomas. La Niña Elegante (ése fue el nombre más apropiado que pensó el hombre de verde) comenzó suavemente a tararear, siguiendo el compás del organillo que se escuchaba a lo lejos. El Hombre de Verde esperaba simplemente... “Por lo menos ya había llegado al lugar...Ahora sólo queda esperar...”
Continuará.-
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