La interacción y multimedia tienen mucho que ver con la proliferación de íconos. Ahora que se ha asimilado la interfaz visual la imagen misma cede a favor de la iconografía necesaria para llevar a cabo una buena interacción con mis elementos visuales.
Primero en inmediatez por la característica específica de la interacción. Tengo que realizar un evento para obtener información que deseo, un clic, así que el pretexto que me despliegue la información es lo de menos, la flecha o cualquier elemento similar funcionan en tanto íconos y no como imágenes con una carga intrínseca. Esto siempre ha existido, es un funcionamiento axiomático en favor de un “algo más”.
Siempre el contenido viene dado por texto, lenguaje verbal. Aunque quizás allí radique el mayor riesgo, que nuestros sentidos están siendo estimulados paralela y simultáneamente, hemos dejado de ser ciego y por ello cada sentido toma su fracción quitándole la hipersensibilización a un solo conducto. Nos da flojera la pura lectura porque hay métodos más eficientes para transmitirnos un contenido, muchos soportes actuales no son lo más óptimo para la lectura de mucho texto. Los mismos contenidos vienen extremadamente explícitos, vivimos una etapa de pornografía en el detalle de todo lo que consumimos.
¿Eso nos hace menos imaginativos?, tal vez; el punto es que este cambio se ha venido dando a favor de una mayor velocidad de transmisión de la información, hemos optado por cantidad sobre calidad.
Además, la memorabilidad que generan estímulos débiles y no reincidentes es baja, hay ya tanto conocimiento que la única manera de vislumbrarlo es a través de una cultura light, ¿por qué leer un libro?, si puedo obtener la parcialidad de esa información a través de una película, una síntesis.
Otro riesgo o aspecto importante es la jerarquización subconsciente que realizamos de los estímulos, las imágenes, que recibimos día a día; porcas cosas merecen nuestra completa atención y mucho menos una posterior reflexión, mucho lo asimilamos sin conciencia y hay muchos estímulos que a pesar de presentarse diario no obtienen nuestra memorabilidad. Ya no observamos, no hay tiempo ni energía restante para ello y la vida pasa en blur mientras miramos de reojo.
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