La Locura
La máquina tragaperras con su llamativos colores y sonidos, reinaba en uno de los rincones del bar, un hombre, solo y quemado por el sol, golpeaba el botón de avances, la radio le acompañaba junto al vaivén de las jugadas, de vez en cuando se detenía.
Chico, ponme una copa de ponche con un hielo y dame más monedas. Yo, dejaba caer la libreta y el bolígrafo y le servía su dosis de ambrosía, un minúsculo punto y aparte en su vida por una mala elección que hizo hace mucho tiempo, demasiado para su estriada piel, demasiado para su triste modo de vida.
El mundo vuelve a girar y con el, la máquina a tragar su dinero, en la radio suena una canción demasiado alegre para el ambiente solitario y putrefacto que se respira hoy en este lugar.
A veces pienso que sino fuera por estos momentos, por estos escapes que hago al mundo de la hoja de papel cuadriculada, desaparecería del mundo sin dejar rastro, mi conciencia se convertiría en la de un ludópata o un borracho sin sentido y porque no, en ambas cosas.
Al abordaje, escuché, mi mirada se elevo justo a la altura del cogote del hombre que jugaba, golpeando con manotazos carentes de sentido, la pelotita bajo y cayo en el premio. El hombre salto del taburete extasiado de felicidad.
Que absurdo podía ser el mundo.
Creo que últimamente pienso demasiado y no hago nada para dejar de compadecerme de mi mismo.
Creo que pierdo cada día mas el tiempo que no tengo.
Creo que escribo demasiado sobre el tiempo.
Unas ganas irremediables de reír me inunda en ese preciso instante y lo peor de todo es que no estoy loco.
No sé…
Puede ser el principio.
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