Terapia

Mi psicóloga empleaba en su terapia métodos poco convencionales.
Estaba en tratamiento con ella desde hacía unos meses, buscando alivio o solución a los sentimientos de angustia que me provocaban las relaciones sexuales con mi marido.
Las sentía como algo prohibido y absurdamente censurable.
En una de las sesiones, la psicóloga me dejó sola en su estudio frente a un baúl repleto de los objetos más disparatados. Estaban acumulados en desorden caótico y mi tarea consistía en encontrar entre ellos dos que me”hablaran”, que despertaran en mí alguna emoción. Hurgaba entre los objetos e iba arrojando algunos al suelo sin muchos deseos de seguir el jueguito. Sentía que estaba desperdiciando mi tiempo y mi dinero en esas sesiones absurdas.
Nada de lo que encontraba en ell baúl me atrajo, hasta que mi mano tembló al encontrar un moño azul idéntico al que lucía en mis cabellos en la fotografía de mi cumpleaños. Cumplía once años pero parecía una chica de quince.
Como si el reflejo de ese recuerdo hubiera iluminado uno de los los objetos, mi mano aferró con seguridad una careta de payaso.
Mi tío el más joven había alegrado la fiesta de mi cumpleaños haciendo bromas vestido de payaso. Entonces recordé.
Cuando entró en mi cuarto esa noche con la careta de payaso, yo respondí riendo a sus caricias, que parecían una broma más.