“Mi mami me ha dicho que no duerma con tipos que conozco en restaurantes”, escribí en la nota que devolvía con el mesero al viejo, y con hijos, que estaba a dos mesas de la solitaria mía. Aquel viejo solitario me había enviado una cerveza y mandado a decir en una nota “Estoy solo, acurruquémonos juntos”.
Solo decidí ignorarlo, esquivar su mirada. Fue muy fácil; Lima es un hueco donde los viejos casados, con hijos y que buscan acurrucarse con chicos abundan, abundan como moscas sobre mierda fresca en algún callejón; solo me dedique a disfrutar de la cerveza que me mandó, combinaba muy bien con el jugo de papaya que había pedido. No me interesaba saber que pensaría al verme tomar la cerveza que me invitó, creo que esperaba que se la devolviese, no lo hice, ni lo pensé, solo disfrutaba ver la espuma y saborear su frescura, fresca como la noche de invierno en que me encontraba; solo me acurrucaba en mis propios brazos, solo estaba pensando en mí, en si mañana volvería a hacer las mismas cosas que ayer aunque no lo quisiera. Pero, la verdad, trataba de esquivar el pensar en que diría la nota que me devolverían a mí dentro de 30 años al estar casado, con hijos y solitario en una mesa de algún restaurante, era a lo que iba a llegar, a lo que iba a escapar; iba a ser un triste final, iba a ser mi final, solo por seguir a los demás, por no desviarme de mi rutina. Decidí pararme e irme sintiendo el sabor de la espuma entre mis dedos.
Caminaba, pero no hacia mi casa. “Mi casa está muy cerca, a solo una hora de camino”, pensaba. ¿Qué voy a hacer ahí a las 11 de la noche? Así que caminé, caminé y caminé, caminaba hacia ningún sitio. Solo pensaba en la mirada oscura e indiferente de la hija de los viejos burgueses en la película de ayer, pensaba cuan oscura puede ser una mirada tan brillante, que tanto te puede cegar una casa en llamas, en sacrificio, y pensaba que tanto te puede herir la mirada inofensiva de una anciana muerta y tirada en la bodega de una tienda; pensaba en todo, pensaba en nada, pero no quería pensar en mí.
Yo caminaba, solo observando, viendo los ojos de la gente y el piso, viendo a la gente como se abordaban, como intentaban relacionarse (o encamarse), tan obviamente “solapas”; chicos buscando reflejarse en otro cuerpo, viejos buscando juventud, risas forzadas y muecas en sonrisas. Atravesé el parque, sentí unos ojos, una mirada, unos ojos que me penetraban y seguí de largo, seguí caminando. Fui hacia un teléfono público, sin saber si tenia sencillo o no, busqué en mi bolsillo y no sé porque habían 50 céntimos ahí, introduje la moneda y comencé a marcar sin ver los números, solo esperando que alguien contestara en algún sitio.
- ¿Qué haces? – me dijeron. Volteé y vi otra vez esos ojos que sentí al atravesar el parque.
- Hablando por teléfono – respondí.
- ¿Llamas a tu mamá para decirle que no se preocupe por ti?
- No, nada que ver – dije como aguantándome una sonrisa.
- Vivo muy cerca, ¿vamos?...
Y caminé al lado de sus ojos, solo sabía que estaba en esos días en que no te interesa darte cuenta de lo que pasa, esos días en que si alguien me decía tírate a la pista para que los carros pasen encima de ti, lo haría.
Llegamos a una aldea y subí por las escaleras, en la puerta de una cueva nos detuvimos y me dijo: “Vivo con mi hermano pero siempre está de viaje, como hoy” y me sonrió, con esa sonrisa ensayada todas las mañanas después de cepillarse los dientes frente a un gran espejo, aquella sonrisa panfletaria provocó un ¡AH! en mí. Abrió la puerta con una llave muy grande, entramos; solo olía a sexo, una cama, una mesa, un toca casete sin ningún cassette a la vista y una ducha. Me senté en la cama.
- Quédate hasta mañana – me dijo.
- No puedo, tengo que llegar antes del amanecer – respondí
- ¿No tienes como avisar? – inquirió
- No... (mentí)
Otra vez estoy en la calle, ahora voy rumbo a mi guarida, a refugiarme en la oscuridad, a posesionarme de algún asiento y esperar a que empiece la película, veré por séptima vez los tonos amarillentos en el cuerpo de Nicole Kidman en “Eyes wide shut”, me acordaré de la cuerda locura de Hamlet, vería todas las películas que pudiera para no pensar en mí.
No me acuerdo que pasó en esa cueva. Miento, no me acuerdo de todo, de sus comentarios estúpidos buscando un diálogo y de mis monosílabos de respuesta. Recuerdo todo como una película porno barata. Solo quisiera saber si se dio cuenta que no me interesaba estar ahí y mi mente en cualquier otro sitio, solo buscaba sufrir; mi cuerpo era solo un cuerpo siendo condescendiente. Los ojos buscaban excitarme y yo lo hacía simulando ganas.
Pensaba en cuanta gente que yo conocía se moriría por estar en ese momento en mi lugar y quedarse hasta entrada la mañana y amanecer junto a esos ojos. Pero yo solo buscaba que mi mente estuviera vacía y olvidar de que sufro en verdad.
Solo me acordaba de lo que escuché anteayer en el cine: “Solo se vive una vez en la vida y todo lo que sucede después, es remedo”.
Me despierto y siento el cuerpo adolorido, no me acuerdo que he hecho anoche. Ya han pasado 7 días, 7 horas y 7 minutos y no sé porque sigo respirando. Estos maravillosos amaneceres invernales me dan asco, vomito solo de pensar en los cuerpos sudando y babeando que amanecen juntos, me da tanto asco tanta indiferencia, me excito y salgo gritando que el mundo es plano, que han pasado 500 años pero que el mundo sigue siendo plano, pero nadie me hace caso, me miran como si estuviera loco, ¡Pero si los locos son ellos! Creen que van a poder darle vuelta al mundo y no sabe que cuando lo intenten se van a caer sobre sus propias cabezas y aplastarán sus propias ideas.
No puedo respirar con un aire tan envilecido, creo que otras tres pastillas para dormir no me harán daño. Tomar pastillas para dormir es lo más snob que puedo hacer y también es deliciosa la lucha por no cerrar los párpados cuando las pastillas empiezan a hacer efecto y solo así estoy conciente cuando sueño; me veo cayendo, no es un pozo, no es un hueco, no hay paredes, no hay luz, no siento miedo, solo indiferencia y escucho mi voz que martillea en mi cerebro y que repite una y mil veces que ahora estoy vacío, te has llevado todo lo que tenía, has chupado mi sangre, has succionado mi alma... ahora no siento nada... solo soy un parásito esperando la muerte, ya no siento nada, todos pueden estar sufriendo, todos se pueden estar muriendo, el mundo se puede estar derritiendo, ¡Todo esto puede ser un cuento!, pero yo no soy sensible a nada, todas tus mentiras ya no existen, estas desnudo ante mí y no siento nada; el mundo, tú, la muerte, el sufrimiento, todo, todo me es indiferente, me es indiferente que violen a todos los niños de tres años, no me interesa nada. Solo voy a sentarme a esperar que el mundo se destruya a sí mismo, a ver si por ahí también me destruyo yo. La voz, mi voz chilla ensordecedoramente y de golpe se calla y mi caída se acelera cada vez más.
Caigo de golpe sobre una silla, caigo como un muñeco de trapo sin vida y una nube de polvo asfixiante explota ante el choque estrepitoso de mi cuerpo contra la silla, no siento dolor porque he cerrado los ojos, los voy abriendo lentamente y me voy dando cuenta que tengo un gran espejo barroco frente a mí, solo somos los dos: yo y mi reflejo, no hay nada más ni nadie más y comienzo a hablar conmigo mismo; no escucho nada, no escucho mi voz, solo me doy cuenta de lo que digo leyendo los labios de mi reflejo; estoy comenzando a entender lo que dicen mis labios y quiero mirar a otro lado, no quiero darme cuenta de lo que estoy diciendo, me desespero, miro a todos lados y mi reflejo me persigue, mis labios los veo a donde mire, trato de tranquilizarme y mis labios comienzan a hablar más tiernamente y me repiten palabras que alguna vez escuché: “Mi cuerpo vibra por tus labios, tiembla y se agita por nuestra pasión, tiembla y cae al piso por tus besos. Mi cuerpo, mi piel, mis labios ansían los tuyos, ese deseo explota al sentirte entre mis brazos, no tengo conciencia cuando me pides que te estreche y lo hago como para volvernos uno; sentir tu piel junto a la mía, tu carne con mi carne, tus labios con los míos, tu lengua con la mía, tu conmigo, destrozas mi cuerpo, destrozas mi mente, aumentas mi angustia, por no acabar nunca, quedarse así por siempre, que el hambre y la sed nos fulmine, que el infierno se abra bajo nosotros y caer unidos, tu conmigo, tu en mí, yo en ti y quemarnos en el infierno por siempre, solo sintiendo tus labios junto a los míos.” No aguanto más y trato de taparme los oídos con las manos pero no puedo, no encuentro mis oídos, solo queda seguir a merced del sueño, ser condescendiente con esta tortura.
Los labios siguen hablándome, hablan de vida, de muerte en el amor, la tristeza de mi alegría, de la libertad estando atado en tus cadenas, sentirse lleno de ti, por siempre, hasta la muerte de Dios. “Siento un vacío tan grande dentro de mí, un vacío que solo puede ser llenado por tu lengua, una angustia por sentir tus labios, hace 57 segundos que no los siento y creo que me estoy muriendo, que mis entrañas se corroen de ansiedad; solo tu aliento me calma, solo tu piel en mis manos, tu cuerpo en mis brazos, tu calor que me abrigue, que tus ojos se sientan en mi piel y mi piel penetre en tus poros... te deseo con angustia.”
De repente todo se lleno de luz, de muchas luces y de muchas, pero muchas voces, escuchaba a la gente gritando, todos gimiendo: “Y no estabas tú”; vi a Manzanero en blanco y negro, en un televisor de más de 21 años gritando todo lo que vio y no estabas tú, me desperté, volteé, miré en la cama y no estabas tú, sentía tus brazos abrazándome fuerte pero tímidamente, todavía sentía tus labios pero abría mis ojos y no estabas tú, sentía tus piernas entre las mías, te buscaba pero no estabas tú, sentía tus ojos en los míos, te sentía tan cerca de mí, estiraba mi corazón para alcanzarte pero no estabas tú. Como deseo que te mueras, como te odio, como deseo que nunca hubieras nacido, como deseo que te hubieran abortado, porque todavía siento tu calor, todavía siento tus labios, abro mis ojos pero no estás tú.
Que sentido tiene seguir viviendo después de haber sentido tu piel, que puedo desear para seguir queriendo viviendo, que puedo desear para querer seguir respirando, que me puede motivar a no asfixiarme, después de haber tenido tus labios; para que me sirve sentir todos los labios que quiera si ya no van a ser los tuyos, para que quiero seguir viviendo si no me vas a entregar tus labios ni una vez más.
Debo seguir durmiendo y seguir soñando, solo así sé cuando una historia tiene fin; los labios se aparecen de golpe y gritan desesperadamente: “¿Qué me has hecho? Ya he muerto 1000 veces y no es suficiente, ¿cuántas veces más debo morir para olvidarme de tu boca?, ¿Cuántas veces m’as debo cortar mis venas para pensar que ya no existes?, ¿cuántas veces debo vomitar mi espíritu para no sentir tu mirada?, ¿cuántas?, ¿cuántas veces más debo asfixiarme para no recordar tu cuerpo?” Ahora caigo en un letargo más profundo que el propio sueño y pienso en la encarnación de mis sentimientos, solo la muerte me librará de todo esto, solo el silencio eterno evitará que escuche tus latidos, solo la oscuridad más sublime hará que no vea tus labios, solo el sueño más profundo de todos logrará que no piense en tu piel. Desde el infierno esperaré la eternidad a que llegue tu muerte, solo así nos uniremos desnudos en el infierno, tú y yo envueltos en las llamas y ahogándonos en el calor, tú y yo quemando el infierno, abrazándonos en nuestra pasión, tú y yo muertos pero juntos por siempre.
“Solo la eternidad será testigo de nuestro amor, solo la eternidad se sonrojará ante nuestra pasión, solo los ojos del infinito verán como se consumen nuestros cuerpos y sufrirán enceguecidos por vernos hacer el amor”. La última palabra hirió el sueño y el espejo se comienza a romper, el sonido de los cristales quebrándose comienzan a subir, es insoportable, los tímpanos se me van a romper, los oídos me sangran y lamentablemente la única salida que me queda es despertarme; total, puedo volver a soñar, total, tomar pastillas para dormir es lo más snob que puedo hacer, total ¿por qué debo ser auténtico?, ¿Por qué no puedo ser solo yo? |