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Muertos y esperanzas
Muerto, coagulante, sediento, chamuscado, descorazonado
Ya ahorcado en la torre, completamente fuera de si, solo ángel des alado de gota de mar
La mañana se abría frente a mí. El cementerio era un lugar oscuro de un tono casi grisáceo, todo lo que tenia que ver con él era triste, pero sin embargo había algo que me hacia sentir demasiado cómodo entre sus pasajes y me invitaba a quedarme recostado entre sus pilares. El sol parecía no tener color cuando cruzabas la calle de tierra que te comunicaba con su portal, ya desde lejos se vislumbraba su piedra blanca que se esculpía con cuña en las afueras de la conciencia del pueblo. La gente que rondaba por esos angostos caminos calientes por las radiaciones luminosas era tan espectral como la los que se ocultaba en ataúdes bajo la tierra. Un viejo revolucionario solía derramar cinco lágrimas sobre la tumba de un compañero que había muerto por no morir él y de salida los sábados al mediodía cruzaba su mirada con una mujer que caminaba de velo negro sobra la única sombra que regalaba un árbol que resistía la atracción tiempo. Era esta mujer, apenas una niña que algunos años atrás se la podría haber visto sonriendo en el patio de un colegio, quien venia y se sentaba al lado mió y no pronunciaba ninguna palabra. Su respiración lenta y pausada era lo único que podía obtener de ella antes de que me dejara otra vez en espera de su vuelta. Era en ese momento cuando me daba cuenta que ya nadie me llevaba dentro. Así fue como decidí marcharme, junte mis pocas partencias y volví abrir mis alas acalambradas por el frío, mi vista siempre fija en el horizonte fue mi única acompañante cuando me uní a esa bandada de aves brillantes que se alejaban sin vacilar.
Pocas veces lamento no estar sentado sobre ese banco de piedra todos los sábados y verla llegar a ella con todas las intenciones de llevarme y escaparse de todos con yo dentro de su campera, pero sin importar que sea lo que yo piense ya no puedo volver, ese es el resultado de tener la libertad de elegir que es lo que se hace. Hay días donde el viento me dice que todavía se la ve caminando entre el mármol frió esperando volver a encontrarme donde me perdió, pero ahí ya no hay lugar para una esperanza que no logro salvar una vida y se la abandono como sueño de Américas perdidas.
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Texto agregado el 12-10-2006, y leído por 145
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