Agonía
Desde pequeño he tenido una vida solitaria, me arrancaron del calor de mi madre, nadie me pregunto que sentía. Recibí amor y cariño, de la niña más especial que existía, pero un día ella enfermó, no me dejaron verla nunca más, me expulsaron de su vida, dijeron que era mi culpa.
Recuerdo con gozo aquellos tiempos; pero sigo vagando, solo.
Buscando comida, sobreviviendo en la jungla gris me llevo día tras día.
- Hey!
Parece que alguien me esta hablando que amigable, me acaricia el rostro, me entrega alimento, sabe un poco extraño, pero alguín me tomo en cuenta.
Se siente bien respirar profundo, he visto un millón de atardeceres, pero el de hoy jamás lo olvidaré, mis rodillas se desvanecen, quiero descansar. Me detengo.
Mi respiración es cada vez más lenta, mis ojos ven como el sol desciende a través de las montañas, mi cabeza comienza a cuestionar el por qué. Si no he dañado, si no he mentido, no he maltratado, ¿esta es la condena por entregar amor?
Mi pequeño cuerpecito se quema por dentro, lentamente.
¡Dejen de torturarme!
No logro comprender la maldad de los seres humanos, te separan de los tuyos, te expulsan de sus vidas cuando no le eres útil y no se quedan tranquilos hasta que te ven en el real descanso.
Nadie me recordará, no importa, me engañaron se hicieron los amigables y envenenan mi sangre.
Con mi último suspiro les quiero decir:
“No tienen derecho a acabar con la vida de quien lo único que es capaz de expresar en sus ojos es INOCENCIA”
Por ser indefenso, por no hablar su idioma, tan sólo por existir lo condenaron a sueño profundo.
Esa es la vida de un perro que el destino no le brindo un hogar.
Su último ladrido.
|