Esta compleja estructura sociopolítica planificada en sentido piramidal fue sancionada por la ideología y el ritual, que sirvió como puente de comunicación entre ambos planos de la realidad. La cosmología mexica señala que habían existido otros mundos antes del presente: cuatro soles, cada uno con un tipo concreto de habitantes.
Cada uno de elos había sucumbido debido a diferentes cataclismos: un huracán, una inundación, una lluvia de fuego y una invasión de fieras salvajes. La quinta creación, que corresponde al Quinto Sol, fue llevada a cabo por un convenio de los dioses reunidos en Teotihuacan; el mito comenta que entonces uno de ellos se arrojó al fuego para convertirse en sol, otro lo hizo y se transformó en luna, y así sucesivamente se fueron arrojando los demás para formar los astros que se mueven ordenadamente en el universo. La tierra se concibió como un gran cocodrilo flotante sobre el mar primígenio, cuyas esquinas se volvieron hacia arriba para soportar el cielo, dispuesto de una manera píramidal hasta conseguir trece pisos, mientras que el inframundo estaba dividido en nueve estratos. Los dioses aztecas formaron un complejo panteón, definido por sus actitudes cambiantes, su posibilidad de reducirse a uno o multiplicarse por 4 ó 5 y su asociación a diversos colores, coincidiendo con su concepción del universo. Al mismo tiempo, una regla general fue el concepto de dualidad, instalado en muchas religiones mesoamericanas. La mayoría de las deidades aztecas fueron invisibles, haciéndose manifiestas solamente en sueños, visiones o en ocasiones especiales auspiciadas por el ritual. Por último, a simple vista, la religión azteca fue politeísta, aunque a medida que se perfilan los atributos de las divinidades éstas se conjuntan claramente en algunos temas mayores. El primer tema afecta a la creatividad celestial y está imbuido de un carácter filosófico, conociéndose con el nombre de Tloque Nahuaque. En ciertos aspectos, la personalidad del dios de la noche, Tezcatlipoca, coincide y se puede incluir dentro de él.
El dios creador fue Ometéotl, que tuvo una vertiente masculina, Ometecuhtli, y femenina, Omecíhuatl. El segundo tema está relacionado con el agua, la humedad y la fertilidad agrícola. El grupo de dioses del agua está presidido por Tlaloc y sus ayudantes, y acompañado por Chalchiuhtlicue, que dominaban sobre las aguas de la superficie y subterráneas, sobre las nubes y las montañas. Relacionado con él estuvo el grupo emparentado con la agricultura, comandado por Teteto Inan, y relacionado con protectores de la abundancia y la felicidad, Xochipilli, Tlazolteotl y Xochiquétzal. También giró en torno a la planta del maguey y su jugo fermentado, el pulque.
Otro tema se emparenta con el complejo de Xipe Totec, que implica en sí mismo ideas de muerte y renacimiento al estar asociado con la piel desollada de las víctimas del sacrificio. Algunos investigadores piensan que este culto pudo ser introducido desde áreas de Guerrero, y se expresa a partir de cientos de figurillas de arcilla, apareciendo en multitud de contextos. Quetzalcoatl fue una deidad única que poco a poco se apropió de cualidades de otras divinidades; fue dios creador, pero también se asoció con el culto de alimento de los dioses con un patrón de guerra y sangre obtenida mediante sacrificios humanos, y a la vez actuó como héroe cultural. Un grupo importante fue aquel relacionado con la muerte y el inframundo, donde Tlaltecuhtli fue el monstruo de la tierra, Mictlantecuhtli el señor de la muerte y Mictecacíhuatl la diosa de la muerte y de la noche. Por último, uno de los temas de mayor aceptación, en especial en los momentos finales de la historia mexica, tuvo que ver con el alimento del sol y de la tierra mediante la guerra, el ritual y el sacrificio. Este culto tuvo un carácter estatal, y resultó vital para la formación del imperio y para el mantenimiento del Estado.
La justificación del sacrificio humano hay que buscarla tanto en el pago por el sacrificio hecho por los dioses al arrojarse al fuego para crear el quinto sol y la humanidad que habita la tierra, como en la necesidad de preservar la existencia del universo. El sol, Tonatiuh, ha de ser permanentemente alimentado para mantener el actual universo, y para ello se necesitan emprender acciones guerreras contra territorios vecinos con el fin de obtener suficientes víctimas para el sacrificio. Huitzilopochtli fue el señor supremo de la guerra, y Tezcatlipoca el patrón de los jóvenes guerreros.
Un elaborado ritual acompañó a este complejo panteón religioso, el cual fue llevado a cabo por sacerdotes, que realizaron ofrendas, procesiones, danzas, combates rituales, transfiguraciones de las divinidades y sacrificios. Las ceremonias estuvieron normadas por el sistema calendárico azteca, que combinó un ciclo ritual de 260 días con otro astronómico de 365. Otras, tuvieron un carácter más privado y se relacionaron con ciclos de vida, crisis, rituales domésticos, ceremonias de curación y demás. Pero las ceremonias más vistosas se realizaron en los amplios recintos sagrados y fueron patrocinadas por el Estado, en especial aquellas que se llevaron a cabo en el Templo Mayor de Tenochtitlan, en el que se aunaban casi todos los conceptos básicos de la ideología mexica, ya que estaba organizado en torno a las divinidades de la fertilidad y de la abundancia, Tlaloc, y de la guerra y el sol, Huitzilopochtli.
Los rituales efectuados en este gran recinto, que incluían ofrendas de regiones muy alejadas, danzas, ceremonias de guerra en el tzompantli, y el juego de la pelota culminaron en el sacrificio ritual de los cautivos conseguidos en las batallas efectuadas para ampliar y mantener el imperio. |