TIP PARA UN PELUDO
¿¿Alguna vez en la vida, cuando eras joven mas específicamente, siendo hombre quisiste dejarte crecer el cabello y no te dejaron porque mamá decía que eso lo usaban nada mas los viciosos y la gente que no tiene padre ni madre; o peor aún se refugiaban diciendo”:El cabello largo es para los hippies, y solamente para los hippies??”... pues cuentan los que cuentos cuentan que esta historia ocurrió hace aproximadamente 1461 días o mas exactamente 35064 horas, en el país del Sagrado Corazón y pongan mucho cuidado aquellos que han sufrido la maldición de tener el cabello corto queriéndolo tener largo.
Ese lunes en la mañana mientras todos disfrutaban en familia de un desayuno muy paisa con calentado de frijoles, huevo, arroz, arepa, quesito y chocolate, a merced del cuadro de la última cena, el padre y cabeza de familia de aquel hogar, ferviente católico y amante del corazón de Jesús a quien pedía día y noche el milagro de ganar la lotería y mantener a su familia unida, hombre de ideas fuertes, soberbio de pensamientos radicales e irrefutables; se levantó de su silla y mirando a su hijo de contados 16 años, le extendió la mano con un par de billetes de baja denominación, lo miró fríamente a los ojos y le dijo: Jacobo de Jesús, para el fin de semana lo quiero ver sin ese greñero en la cabeza, tome la plata para que vaya donde el fígaro a que le corte el cabello, recuerde mijo que el cabello largo es para los hippies y sólo para los hippies, y en esta casa no voy a aceptar un mechudo. Y dicho esto cogió su portafolio y despidiéndose salió de la casa rumbo al trabajo.
Jacobo de Jesús, mas conocido por sus amigos de colegio como Jimbo, era un muchacho como ya lo dijimos de buena familia con buenos modales y que no tenia vicio alguno, el mejor en su clase y el mas respetado en toda la zona por sus capacidades. Llevaba ya unos cuatro meses sin cortarse el cabello y este en forma de hongo ya empezaba a sufrir del efecto de la gravedad al casi tocar sus hombros, estaba cansado de la misma cantaletita de su padre, quería dejarse crecer el cabello pero sabia que sería muy difícil convencerlo de semejante idea.
Pasaron uno a uno los días y cada vez el ambiente se hacia mas tenso al momento de sentarse en la mesa a dialogar en familia, era jueves en la noche y Jimbo aun tenia su cabello intacto, le quedaba un día para decirle a su papá lo que él quería, pero parecía que una vez mas, él acudiría a la peluquería para darle gusto y abandonar sus preferencias.
Esa noche del viernes se dirigió donde el peluquero para hacerse un corte de cabello, intentaba hacer los pasos chiquiticos, con el fin de que ese momento le durara una eternidad mientras miraba su rostro en los charcos de agua formados por la lluvia y a la vez la mano donde llevaba los billetes de baja denominación que le había dado su padre para la encomienda, antes del local del peluquero se encontraba la nunca y bien ponderada taberna de don Juan, donde se vendía la mejor cerveza del barrio en grandes vasos de vidrio estilo alemán y que aún no tenía ese detestable olor a cantina llena de borrachos y pachulí de fufas; Cuando Jimbo pasó enfrente de ese bar, observó aquellos vasos espumeantes de liquido vital amarillento, luego miro su mano con los billetes de baja denominación, medito por unos segundos la decisión y llego a la conclusión de que le pediría al peluquero una rebaja por el corte con el fin de poderse tomar una “amarga bien helada” como el solía llamarla, además que era una noche de verano y la noche estaba llena de un bochorno insoportable que hacia que la gente sintiera un sopor interminable.
Una cerveza, dos cervezas, tres cervezas... etc. bebió desde las ocho de la noche hasta que su cuerpo se lo permitió, y en ese Estatus-Limbus-Lapsus
Comprendió que no había parado ahí por una cerveza sino por la solución a su problema y que había sido precisamente una “amarga” la que lo había solucionado contándole el procedimiento a seguir...
Sábado en la mañana, día en que su padre lo esperaba ver bajar las escaleras con quince centímetros menos de cabello y con un corte básico como lo llamarían en el ejercito, se levantó antes que todos en su casa, hizo aproximadamente veinte llamadas consecutivas a sus amigos que no demoraron mas de un minuto cada llamada a excepción de la última que duró diez minutos; Abrió el closet y lo vació de par en par en tres maletas de regular tamaño destinadas para tal caso; Se bañó como nunca se había bañado en su vida, con abundante jabón, incluyendo todos los orificios de su cuerpo (ombligo, orejas, etc.), pero en especial su cabello fue victima de un torrencial alud de champú y bálsamo acompañado de periódicas revisiones con la peinilla para que no se enredara, cuando salió y se lo secó vino el efecto inmediato de cuando uno se lava el cabello (se esponjo hasta mas no poder).
Los padres se levantaron, acudieron a la mesa a desayunar en familia, como era costumbre, un desayuno muy paisa con calentado de frijoles, huevo, arroz, arepa, quesito y chocolate, Jimbo se asomó con las maletas a la puerta se paró de espaldas a ella y los miró fijamente; el padre y cabeza de familia de aquel hogar, ferviente católico y amante del corazón de Jesús a quien pedía día y noche el milagro de ganar la lotería y mantener a su familia unida, hombre de ideas fuertes, soberbio de pensamientos radicales e irrefutables; se levantó de su silla y miró a su hijo de contados 16 años; la madre mujer dedicada al hogar, persona creyente, devota de María auxiliadora y quien hacia el rosario todos los días, soltó una lagrima y lanzó a dar berridos y gritos al ver que su hijo se iba de la casa.
Jimbo se acercó un poco a ella la abrazó fuertemente y le dijo que no llorara más; Que él la iba a estar visitando de vez en cuando; Que él no se había muerto; Que se tranquilizara. Luego miró a su padre le estiro la mano en señal de despedida, le agradeció todo lo que había hecho por él desde que había nacido hasta ese momento y todo lo que le había enseñado; Dio vuelta y justo cuando iba a abrir la puerta para salir, recordó los consejos que le había brindado esa cerveza de la noche anterior, camino nuevamente por el pasillo hasta el final, donde se encontraba colgado de un clavo el cuadro del corazón de Jesús, lo tomo en sus manos, hizo que los ojos de su padre se dirigieran hacia dicho cuadro, ambos lo miraron y en ese momento pronunció las palabras mágicas”: Hermano, ¿sabes algo?, vamonos porque aquí no quieren los peludos”. Se lo puso bajo el brazo y salió tranquilo de su casa.
Cuentan los que cuentos cuentan que no pasó mas de una semana para que los cargos de conciencia y todos los remordimientos del padre lo hicieran coger lo único que su hijo había dejado en la casa, una libreta de teléfonos, y empezó a llamar a toda la gente de la lista, aproximadamente unos veinte en conversaciones que no duraban mas de un minuto y nadie le daba ninguna pista, hasta que el último, a excepción de todo lo que le habían dicho los demás, le dijo que allí estaba, cuando Jimbo pasó al teléfono lo único que el padre le pudo decir en medio de la felicidad fue”:Dame la dirección de donde estas que ya voy a recogerte, porque así, peludo y todo como eres sigues siendo mi hijo: Jacobo de Jesús”.
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