De espaldas a la pared viví la urgencia de un calor que me inundaba la piel… supe entonces de un escalofrío de lascivia que mezclado con las luces de mi alma, dieron fehacientes cuentas del punto de no retorno, del momento de la muerte de mis concepciones más conscientes, de mi entrada a un universo paralelo, que negué, descreí, eternamente…
Tu mano, proterva herramienta de Dios, creada para quebrantar mis males, salvaje expresión de tu yo violando las fronteras de los míos, se deslizó hervida camino de mis piernas… Tu boca, dadiva de aire que me reanima y me asfixia, pócima que envenena de posibles, promesa de vidas y placer extremo, buscó mi cuello, mi pelo revuelto, mi cara adormecida por el beso… Tu vientre acoplado a mi revés, perpetuó la magia y morí; otra vez, una vez más, otra más… y para siempre… Esa mañana desperté, sentenciado a ninguna probabilidad de salvación…
Los días siguientes no pude más que presenciar, fascinado, la mutación de aquel que fui alguna vez… en este… el que soy… el despojo de mi, mi hombre usurpado, anegado de roces que imploro sediento, destrozado por eso que me hace más fuerte… tu amor.
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