No me gusta estar solo en la casa. No es que crea fervientemente en cosas paranormales, sin embargo, debo aceptar mi cobardía, y si lo hago es porque creo estar sin compañía. No se por que, siempre que me hallo en esta misma situación, mi mente hurga las dudas compartidas por otros tantos hombres. ¿Qué habrá mas allá?¿Existe el alma?¿Y los espíritus en pena?¿La brujería es real?¿Hay magia negra?. Esto no me ayuda mas que a entrar en pánico. Decido bajar y tomarme un vaso de leche para tranquilizar mi aturdido cuerpo. Escalera por escalera mi miedo se acrecienta. Unos cristales, antes en conjunto denominados como vaso, y ahora dispersados por el suelo, entre charcos del lácteo, son testigos de mi primer encuentro con lo sobrenatural. Parece una sombra sólida, con peso y todas las leyes físicas incluidas. Su grisáceo color de repente se ha expandido a través de la casa. Solo hasta ese día pude darme por enterado que cuando el terror llega a un estado critico, el mismo se hace visible en forma de luz. Esa cosa me vio, y contrario a lo que se podría esperar, salió, completamente horrorizado huyendo en cuanto pudo de allí. No lo podía creer, nada de extraño había allí, nada, excepto yo |