En el alba siguiente busqué su cuerpo, pero ya no estaba… Al volver a vestirme, recordé mis votos, había pecado, pero no sentía temor ¡Peores pecados yo había visto y callado!
Debía hablar con el Cardenal, mi superior, contarle mi historia, dejar los hábitos, me sentí a confundido, iba a perder todo lo que tenía, ¿pero qué tenía?... No tenía nada, ni siquiera me quedaba Fe..
Lo encontré en su sala, y ni siquiera había terminado de exponerle mis razones, cuando contrariado salió por la puerta, quizás estaba decepcionado. Lo esperé sentado, mientras mis ojos recorrían lo que mil veces antes habían visto, ¡pero ahora cuan fría y falsa me pareció la habitación! Miré el crucifijo en la pared superior y las esculturas de la virgen, y los sentí tan vanos, me recordaban los símbolos paganos de los pueblos antiguos, en nada se diferenciaban a ellos…
Volvió con los ojos contrariados y entristecidos, me explicó que debía hacer algo aunque le dolería, que era por el bien de mi alma, para mi descanso eterno, le sentí hacer la señal de la cruz a mis espaldas, luego un golpe sordo y el dolor interminable en mi nunca. La voz del cardenal se escuchaba cada vez más lejana y en mis oídos no dejaba de sonar un monótono In nomini pater, filius et spiritu sancti que se repetía una y otra vez, hasta desvanecerme…
Desperté con nauseas y una tos que hería mis costillas. La oscuridad era máxima no lograba distinguir ni sombras, ni siluetas, ni tampoco lograba escuchar nada y eso me desesperaba, traté de sentir con mis manos los límites de mi celda, pero el dolor me petrificó. Mareado, con dolor, hambriento y sin ni siquiera poder gritar perdí el conocimiento nuevamente.
El frío se encargó de despertarme, a tientas toqué las paredes de mi calabozo, no era más grande que dos veces mi cuerpo, las palpé con más detención eran de tierra, sólo el piso era de madera, debía estar encerrado en el sótano de algún monasterio, traté de pararme y mi cabeza golpeó el techo de éste. Intenté romperlo, pero ya no tenía fuerzas, una y otra vez lo pretendí hacer, pero sin éxito, ya no sentía mis manos solo la sangre que caía de ellas…
Pasaron días y noches, pero no sabía cuantos, había perdido toda noción de tiempo. El ayuno había mermado mis fuerzas y mi ánimo. Al borde de la locura, desesperado, incapaz de moverme, sólo deseaba mi muerte. Hasta que sentí sus delicados brazos en mi rostro, mi amada me había rescatado, yo sabía que ella no era Mortal.
Me dio de beber de su elixir… Su preciosa sangre… Ella me convirtió a la oscuridad. Ella me enseño todo acerca de nosotros. Me contó nuestros orígenes. Nuestras debilidades. Ella me lo enseñaba todo con suma delicadeza… Su voz… Su Voz!... todavía la escucho en los pasillos de construcciones ahora viejas….
¿Por que hubo Pasado?.. ¿Por qué la han matado?... ¿Será acaso nuestro destino ser lobos tristes y solitarios, aullando a la luna por un Amor Perdido??...
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