“Sobre un organismo degradado y victimizado, los “punk” fundan la membrana disidente de un “cuerpo sin órganos”: un cuerpo resistente, sin figura, negro, transitado por una energía intensiva y brutal que imanta los tatuajes y colgajos, y abre la posibilidad de una experiencia extática.” Tal como afirma Roberto Echavarren la energía que los cuerpos punks desataban en el choque del slam dancing desaparecía en un coito epiléptico. Coito que finaliza en un orgasmo al estilo san agustín: el vómito del final del concierto. Si algo había de rebelde en el “punk” era la suciedad. Tanto los tatuajes como los piercings que aparecen en un primer momento de manos del “punk” con una estética sucia y sádica resultan finalmente blandos, cursis y hasta higiénicos, los agujeros y dibujos se realizan con agujas desinfectadas por el peligro de posibles enfermedades, los dibujos se mezclan con el orientalismo y el pacifismo hippie, lo que resulta un ataque directo a la ideología “punk” del no future.
El piercing al contrario que las orejeras indígenas, forma parte del atavio del hedonista. No es un símbolo de distinción sino del logro del placer en la mirada ajena y del placer de resaltar un lado sensual: Ombligos, lóbulos de orejas, pezones masculinos, lenguas húmedas que resultan excitantes en el contacto con el metal, piercings en el clítoris y anillos en el pene que intensifican y alargan el placer sexual. Los tatuajes al igual que los piercing resaltan las zonas erógenas, en el caso de las chicas, hombros, ombligos, nalgas, tobillos, etc. En el caso de los chicos, espaldas y brazos musculosos. Los piercings se llenan de glamour, piedras, aros y joyas, o piercings sexuales que complican y sofistican el acto sexual. Totalmente contrario a un coito rápido y salvaje, los piercing y tatuajes alargan el acto sexual en el placer de la piel y las caricias, en el entretenimiento de los adornos corporales. Al final, el coito salvaje se acaba convirtiendo en un beso suave y sensual.
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