A veces me gustaría verte en los silencios
y dejar de compartir mis secretos con la extenuada soledad.
A veces deambulando por los sueños intensos
me encuentro con largos ríos de circunstancia, clara evidencia
destellos fulminantes, de una verdad llena de prefacios,
elementos suspicaces de un nuevo amanecer
encontrando salidas sin haber definido una entrada
escapando a la realidad en busca de elementos, vidas…

Los días pasan por mi puerta, incesantes y rebeldes
traen diariamente alegrías y tristezas.
Alegrías como esta, que sin darme cuenta
se han hecho permanentes y duraderas,
se han convertido en parte de los segundos
que recorren el cielo y lo iluminan
lo saturan de colores y nuevas formas,
lo estremecen con el sentido y con la signfiicancia,
la fuerza de valorar aquellas posiciones divinas
que por primera vez toman protagonismo
en esta bella escena, aquí y ahora…

Los días pasan por mi puerta, y me recuerdan la esencia.
Me ayudan a comprender que no es una locura,
ni tampoco es parte de una utopía.
Las carencias no son parte en esta historia,
sino los complementos que hoy por hoy
son motivo de sonrisas fugitivas,
pensamientos anacrónicos y pequeñas luces…
Pequeños reflejos que vuelan y se ciernen
como las hojas del otoño en el suelo mojado,
como el viento de septiembre que acaricia los rostros,
como la brisa marina que refresca,
y gota a gota sabe hacerse sentir y escuchar.

Hoy pienso en ti y veo esas luces,
me reconfortan al ritmo de los segundos,
al ritmo de las expectativas
que el tiempo y las circunstancias nos puedan otorgar.
Hasta ahora agradables, fortuitos e impredecibles,
quien sabe hoy, quien sabe mañana.
Solo mantengo mi horizonte y libero mi alma,
solo vuelo entre esas luces para reposar,
para cada día que pasa, encontrar nuevos elementos
nuevas ocasiones para existir en conjunto
y conocer, estrechar, abrazar y anhelar…