Su madre había salido, y su hermana se hallaba hace horas en la universidad. Amanda, contempló su habitación compartida con la soledad y una sensación de acaloramiento que le estremecía el cuerpo, desde que satisfizo su imaginación en una película de fogoso amor.
Solo tenía 16, pero para si, su mente estaba ya madura para entrar en los llamados “placeres carnales”, que según ella, todas sus amigas habían experimentado; y que oyó con los programados chirridos de la cama matrimonial de cada 15 días, y después que su padre cobraba su sueldo, y lo embargaba la dicha.
Durante días grabó videos, y siempre asustada revisaba que aquel CD de revelaciones estuviera al lado del de la Cenicienta y La Bella y la Bestia. Estudiaba los movimientos de las actrices cada mañana en que se encontraba sola. No quería ser inexperta, y menos que la llamaran pendeja.
Esa mañana, Amanda se desposeyó de su pijama, nerviosa y con su maldita conciencia que le repetía “esto está mal”, mas comenzó a deslizar su mano por la indescubierta piel.
Un sol próximo a la cordillera había alcanzado su posición más alta en el cielo, y Amanda con todo lo que había aprendido, no le sirvió en la práctica. A pesar de sus muchos intentos, no sentía nada parecido a lo que discernía como excitación. Lamía sus pezones, se mojaba los dedos. El CD se repitió 3 veces, y solo consiguió un calambre en el brazo, y una intensa irritación en su genital.
Su desesperación fue domada por el incumplimiento de su cometido; frustrada, desistió de todo intento. Se puso su pijama, y sacó el CD arremetiéndolo contra el piso. Desechó los pedazos cristalizados en la basura mientras observaba los cerillos. Se rió de si misma, y sacudió su cabello. – Cuando llega, ¡llega!- se dijo -.Mas que mal, no se pueden conocer los misterios del encendedor sin antes pasar por las revelaciones del fósforo- . Y cautivada por un nuevo pero conocido aire, se echó en su cama preparada para ver la historia de la bella que se enamoró de la bestia, deseando que una historia así le pasara a ella.
|