Ya no hablemos de amor.
No hablemos de decir las cosas, sino de sentirlas y demostrarlas, hablemos de secar el llanto, de tomar una mano a dedos entrelazados, de formar una sombra, de sonar una pequeña nariz cuando estés enferma, de no sentir más miedo, de prepararte el desayuno y llevártelo a la cama, de caminar por un parque dibujandonos el camino, de mirar a las palomas, hablemos de vivr o simplemente de compartir, de dar lo de uno al otro sin que tenga que pedirlo, no de esperar del otro queriendo que lo adivine.
No hablemos de supuesto amor que termine en sexo, en costumbre o en aburrimiento, mejor charlemos un poco de cuanto dejar impreso en la vida de alguien más, para dejar de ser transitorios seres al paso de una circunstancia, parlemos de que al final de todo, pero al final de todo no se trata sólo de la carne, no sólo de acostarnos juntos, sino de sentirnos, de necesitarnos más allá de las necesidades orgánicas e instintivas que todos tenemos, esas que mueren con el tiempo y para revivir necesitan mucho más que viagra o una segunda o tercera oportunidad luego del arrepentimiento.
No hablemos de avon ni de otras marcas, esas que quedaron en mi cuello y se han borrado ya, no mencionemos ahora las cosas que nos hacen diferentes, ni mucho menos de falsas amistades que terminen deterioradas por no poder compartir lo mismo, hablemos de amistad valedera, de compromiso, de comunión, ya no hablemos de amor, hagamos lo suficiente para fecundar la semilla, y dejarlo que crezca solo, si acaso cae en tierra y corazón fértil. Y sigamos caminando, juntos.
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