Capítulo 9
Luzvelia el Hada del Fuego
Los niños se preguntaron: ¿De qué modo alcanzaremos esa puerta?, jamás podremos cruzar este precipicio. Así, entre preguntas que construían otras preguntas vieron llegar la tercera noche: la inquietud los agobiaba, hacía frío, por ese motivo los niños fueron por unos leños secos para hacer una fogata. Al encenderla, brotaron pequeñas llamas, que danzaban como estrellas en su propio firmamento, parecían graciosas y sonrientes. De pronto desde la base de las llamas emergió como un disparo un ser casi diminuto, dirigiéndose a los niños con un tono un tanto molesto y les dijo: -¿Quién ha osado despertarme de mis sueños? ¡Han sido ustedes, pequeños pilluelos?
Era un ser gracioso, con alas doradas cuyas extremidades punteadas se depuraban en suaves tonos rojizos, sus cabellos relucían al igual que su vestido dorado: en sus bordes hilvanaba una fina red tejida con hilos de oro mas larga que sus alargadas piernas. -Disculpa, pero no ha sido nuestra intención molestarte, ni siquiera sabemos como has llegado hasta acá, nosotros solo encendimos esta fogata, porque teníamos frío y de pronto como de la nada, apareciste tú. Dijo Gabriel.
-Hmmm, todo es posible en la tierra de los girasoles, o por lo menos así lo era…-. Comentó la pequeña criatura, pero… ¿me han despertado solo porque tienen frío?… Eso para mí no es un problema-. La criatura movió sus dedos y de ellos saltó una chispa rojiza creando alrededor de los niños una fogata enorme con colores anaranjados mezclados con rojos intensos y brillantes amarillos, mientras pequeños seres incandescentes alegremente saltaban y jugaban desde la base del fuego formando otros colores.
¿Y como puedes emerger del fuego sin hacerte daño, como lo haces, quien eres? - Preguntó Gabriel en tono ansioso, mientras sus ojos brillaban impacientes.
Soy una salamandra, me llamo Luzvelia, soy el hada del fuego. Como el principio y el final; soy la que crea y destruye, para mí todo es posible con un poco de imaginación y coraje. Por cada sueño que hago realidad, mis alas se empequeñecen. -¿No tienes miedo a perder tus alas?, dijo Gabriel –Creo que no, mas le temo el no poder ser nunca un Hada Ra-Arus-.
-¿Y qué es un hada Ra-Arus? Exclamó Gabriel. A lo que el hada se quedó en silencio por unos instantes y le dijo al niño: -cuando ya no tenga alas seguiré siendo una salamandra, pero mi cuerpo lo sentiré molesto y deberé dejarlo, entonces cuando veas una nueva estrella en el cielo sabrás que he pasado a ser una salamandra aspirete, la que ejecuta los planes de las salamandras hiarrus, supervisado por las salamandras Farralis, que trabajan como maestros. Algún día espero llegar a ser una Salamandra Ra-Arus, que es la máxima categoría que un hada Salamandra puede alcanzar, entonces me llamaré Siomara, que significa la estrella más hermosa del Universo.
-Creo que ya eres hermosa- contestó Gabriel-, pero hay algo que para mi ha quedado inconcluso… Si todo se puede con imaginación y coraje, entonces tú puedes ayudarnos para alcanzar aquella puerta- Increpó Gabriel en un tono de complicidad y de solución a su problema. El hada le respondió: Quizás tú ves frente a ti un abismo, pero siempre hay alguien que puede tener la llave que buscas, solo debes saber quien tiene la llave correcta a tu problema, algunas veces las personas se ciegan y no ven que la llave esta en sus manos…
De pronto la diminuta hada tomó con su mano la mano de Gabriel, extendió ambas manos y las dirigió hacia la fogata. El fuego en forma precipitada se dirigió hacia ellos, mientras el hada le decía a Gabriel: no temas no te hará daño. Súbitamente emergió de las llamas un unicornio blanco, un bello ejemplar con grandes alas que se inclinó frente a los niños, mientras Luzvelia les decía: vuestro viaje al parecer debe continuar y yo los acompañaré. ¡Subid pronto!...
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