El día estaba aparentemente normal, ni mucho frío ni mucho calor, y no parecía soplar mucho viento. Yo caminaba por la calle escuchando música en mi discman, pensando en mil cosas y a la vez en nada, a veces prestando atención a las canciones que sonaban en los auriculares, a veces jugando a leer cuantos letreros me cruzaba en el camino.
Al llegar al cruce de mi calle, un soplo de aire levantó una bolsa de plástico que había debajo de un coche, no parecía que soplase mucho viento, pero lo suficiente como para elevar aquella bolsa y hacerla dar vueltas y vueltas en el aire. Yo me centré en aquel baile que sutilmente mantenían la bolsa y el viento. Dejé caer los auriculares sobre mi cuello, creo que pasó algún coche aunque yo seguía con la mirada fija en aquella bolsa, arriba, subía bien alto para después suspenderse por unos segundos antes de empezar a dar vueltas armoniosamente. De repente un soplo de viento la empujó vertiginosamente contra el suelo, mis pupilas se dilataron a la vez que intentaban seguir el rápido movimiento en picado de aquella bolsa, pero cuando parecía que ya iba a tocar el duro suelo, de un golpe, dió un giro y sutilmente otra vez tomó altura y continuó su particular baile con el viento.
Segundos después coloqué los auriculares otra vez en mis oídos. Giré la esquina camino de mi casa. Mientras me alejaba lentamente, comprendí que aquello que había estado observando era mi vida, escondida en una bolsa de plástico.
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