No sé cómo les has hecho vos para dejar de hacerlo pero yo, llamé para dejar de amarte. Tu pequeña y sabia amiga me dio luz a estos ojos cerrados y necios, me abrió de par en par el entendimiento que estaba tan lejos del formato, que no me permitía siquiera ver la falta de lógica después de tu partida.
Te llamé y lo comprobé, estaba ella en lo cierto, y no hay nada que deba molestarte, porque creo que a ambos nos ha hecho un favor, porque sólo así me dijiste a tu modo las cosas y pude empezar sin fatuas esperas, a intentar seguir con mi vida, empecé a dejar de esperar que volvieras después de la mentira piadosa del tiempo que me pediste para que no doliera tanto, para no sentirte mal por lo que me hacías.
Lo intento, y al respecto espero pueda dejar de seguir tocando el doloroso punto, escribo para desahogarme de todo lo que me significa la maldita resignación, lejos ya de la lastimera esperanza de un regreso acaso nunca tan esperado y lejos de alguna condición, porque he entendido ya.
He comprendido que lo que faltaron fueron las condiciones que propiciaran que me amaras como te costaba decirlo, porque he entendido que es mejor no mencionarlo sino sentirlo, y demostrarlo cuando hace más falta, no cuando menos se necesita y se dice porque no hay nada más en los labios, yo soy culpable de haberte perdido, y ante eso no hay consuelo alguno que sepa a suficiente.
|