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Inicio / Cuenteros Locales / Osonaranja / CANCIÓN ROSA PARA UN JOVEN ESCRITOR ENAMORADO

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Un joven escritor que intenta escribir un poema de amor para su musa:
Y soy el viento que
Acaricia invisible
Cada parte más escondida de tu ser

marra otro esperpéntico verso.
Hay quienes dicen que la disposición del ambiente ayuda a los espíritus literarios a acentuar sus sensibilidades.
Aquí es noche -las luces están todas apagadas-. Por el fino pulido del ventanal, unos haces pálidos se filtran tímidos hacia la estancia. Luz de luna. Y en el monótono silencio del intento, Beethoven encandila con su dulzura el aire:
y soy el hombre perdido
en la blanca inmensidad
de tu fantasía de niña

Sin embargo, ni las románticas noches de claro de luna, ni los truncos amores del pensamiento y ni los deseos escondidos en una palabra, pueden hacer de un escritor, un poeta. Su vida por un buen poema.
- Lo que escribes es lindo.
- ¿Lindo?
- Sí, lindo, bonito.
Isabel era Terpsícore que danzaba un millón de melodías sobre sus hojas; era Melpómene que sufría a sus huesos con insondables pasiones; era Eratos que lo consolaba con sus mil ilusiones. Y, sin embargo, con todas sus letras escritas en cuentos y narraciones, no había logrado arrancar más que un parco “bonito” de sus labios enamorados.
- Daría todo porque un día ella lograra comprenderme en lo que escribo –confesó el escritor a un amigo.
- No sueñes – aconsejó él-. Hay quienes no pueden escuchar las voces de las letras y las ven tan solo como unos ornamentos sin vida.
- Isabel no, ella es un alma sensible
- Tiene el corazón moderno.
- Quizá suceda que mis cuentos sean muy impersonales...
- Tus cuentos están bien. Eres narrador, no poeta.
- Pero quizá un poema de amor, un poema.
- No insistas; si en verdad quieres halagarla, prueba con algo distinto, más a tono con los tiempos.
Pero el joven escritor lo siguió intentando. Dejó de lado los quehaceres de su nueva colección de cuentos y abandonó la idea de escribir una novela de tinte histórico para dedicarse íntegro a la búsqueda de un solo poema que fuera capaz de expresar todos sus sentimientos a la impasible Isabel de sus muchos desvelos.
Ensayó, probó, equivocó, y volvió a ensayar, probar y a equivocar incontables versos que repasaron todos los estilos y formas de la historia literaria. Se zambulló en miles de recursos fónicos, semánticos y gramaticales; preparó ambientes, pulsó delirios, murió y resucitó de sensaciones, y cuando ya casi estaba a punto de cejar en sus intentos, avergonzado por las mil cuatrocientas cuartillas que había garrapateado en sus soledades, finalmente compuso una bellísima e irrepetible “Elegía a las simplicidades”. Era el poema mejor logrado que jamás hubieran escrito sus manos. De unos tintes nostálgicos y tiernos, sus versos latían una vida independiente, única e indivisible. El joven escritor enamorado logró escribir, por fin y luego de inextricables sufrimientos, un poema que lo dejó satisfecho.
- Por unos minutos fuiste un poeta –le confesó el amigo al leer su poema-. Es arte, es vida, simplemente es hermosa literatura.
- Es amor vuelto letra, para Isabel.
El amigo sonrió, entre escéptico y compungido.
- A fuerza de constancia pudiste escribir un buen poema, pero un solo poema no hace a un poeta, y ni siquiera un buen poema de un gran poeta puede cambiar las banalidades modernas del mundo.
- Las tempestades y sosiegos de las letras laten aún en los corazones enamorados.
- Tu poema es bello, pero igualmente vano.
- Te equivocas respecto a Isabel. Sé que mis letras van a emocionarla; ella conocerá en su mensaje el alma de mi propia vida, y, como nunca antes, sabrá lo que siento.
Con algo de tristeza, le sonrió el amigo.
- No es justo hacerlo, pero es necesario abrir tus luces a la realidad del nuevo mundo. Prueba cómo emocionar a Isabel a tu manera, que yo, en tu nombre, lo probaré a la mía.
Era la mejor literatura que había escrito, y no había por qué tener cuidado.
Sonaban los compases de una canción moderna en la radio, cuando Isabel leyó el poema de tantos esfuerzos y soledades. Con un tímido desconcierto, el joven escritor fue auscultando los más nimios gestos de su bella musa. Por un instante creyó divisar un fugaz brillo en la diafanidad de sus ojos claros, y hasta sus mejillas le parecieron sonrojarse con un anodino rubor de escondida tristeza. Sin embargo, cuando Isabel terminó de leer su “Elegía a las simplicidades”, una tortuosa y falsa sonrisa aplacó la alegría del joven escritor que esperó ansioso un hálito de sentimiento al verla despegarse del frío papel de sus almas muertas.
- Lindo – dijo ella sin inmutarse
El joven escritor se descompuso de cuajo. Ni la mejor de sus composiciones literarias, la más viva, la mejor trabajada, la más vital y personal, había trocado ese rudimentario e insultante “lindo” por una emoción siquiera medianamente cálida. Su expresión se tornó sombría, y ante la descubierta impasibilidad de Isabel, comprendió la absoluta inutilidad de sus intentos.
El aprendiz de poeta se perdió en la muda inconsciencia de su fracaso, no sintió cuando su musa corrió hacia la radio, ni escuchó cuando los volúmenes de su sonido aumentaron de pronto. Isabel era ya un mar de halagos y emociones cuando el escritor pensó que las modernidades sí cambiaban a las gentes, y que el amigo quizá tuviera razón en lo de su desfasada belleza de las letras, y hasta creyó que no necesitaba de más pruebas para contentarse con garrapatear sus escritos y luego quemarlos sin que nadie las leyera, porque resultaban inútiles sus esfuerzos para expresarse siquiera ante quienes deseaba expresarse. Entonces fue que notó el trémulo agradecimiento de Isabel, por primera vez la vio emocionada, y por única vez sintió tenerla estrujándolo entre sus brazos. El joven escritor enamorado tuvo que hacer un gran esfuerzo para no creer que sus súbitas emociones fueran un efecto retardado de su poema, y necesitó de una inmensa voluntad para rebuscar en los quicios de su inconciencia hasta encontrar ese preciso momento en que Isabel oye su nombre en un alámbrico acento, corre hacia el aparato de la radio, aumenta su volumen y entre temblores escucha que el amigo del escritor, tomando su nombre, ha mandado dedicarle el más reciente éxito romántico de un famoso baladista de moda.
Isabel se derritió de sensaciones y él fue un joven escritor enamorado, perdido en las crueles realidad de los nuevos artificios del mundo.

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[U:osonaranja]

Texto agregado el 08-10-2006, y leído por 349 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
09-10-2006 me gusto. saludos sinopsis
08-10-2006 Muy bien escrito tu cuento, me ha gustado, especialmente el final, te dejo 5* y un abrazo. Debbie
 
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