LA MARIPOSA Y EL SIRENO
Había una Mariposa que quería ser Sireno y un Sireno que quería ser Mariposa.
Ambos eran muy amigos y pasaban casi todo el tiempo juntos.
El Sireno paseaba a su amiga por las profundidades del mar y jugaban entre las rompientes, conversando con los peces multicolores que tanto les atraían.
La Mariposa, cuando salían del agua, secaba sus alas al Sol y llevando a su compañero sobre sus espaldas, volaban sobre jardines floridos, bosques, cascadas, lagunas y pastizales, dejando tiempo para platicar con abejas, pájaros y uno que otro animalito.
Eran muy felices y no molestaban a nadie.
Eso creían, porque los seres buenos no perciben la maldad que los rodea. Como a nadie dañaban, nada temían. Craso error. La Felicidad atrae a la Envidia como un imán.
Unos místicos que los veían pasar, llegaron a la conclusión que esta amistad era contranatura. ¿Cómo es posible que un Sireno y una Mariposa sean amigos? Para estos estudiosos de libros religiosos, esto era una aberración contraria a lo creado por Dios y debía ser drásticamente erradicado.
Uno de ellos dijo: “Si Dios es el Creador de todo lo que existe, también lo es de estos dos seres, por lo tanto debieran ser normales; ya que el Creador es la Vida en toda sus formas y ellos son parte de su Obra y Dios debe hacer todo Perfecto”.
El pobre fue castigado a una pena de azotes y recluido en una celda durante una semana a pan y agua. ¿Cómo era posible que osara analizar lo hecho por el Creador? Esta amistad sólo podía ser obra del Demonio y pensar de otra manera era un sacrilegio. Las Mariposas con los Mariposos y las Sirenas con los Sirenos y punto final.
Como resultado de esta sesuda conclusión, se destinaron unos guardias para que los vigilaran, con orden de capturarlos. Antes fueron fotografiados y grabados de manera de acumular pruebas para el juicio a seguir contra ellos.
La captura fue violenta. La Mariposa sufrió la rotura de sus alitas y cayeron muchas de las escamitas que las recubren. El Sireno fue arrastrado, dañándose su cola de pez.
Los jueces los esperaban sentados en sendas sillas sobre una tarima, vestidos con túnicas amarillas. El Sireno, en un pequeño estanque de agua y la Mariposa, en una jaula de vidrio, los miraban hacia lo alto, sin comprender el porqué ni el cómo ni nada de lo que estaban pasando; absolutamente ignorantes de su culpa, aterrorizados y sorprendidos.
-Tenemos pruebas de vuestra anormal relación. Nada que digáis aminorará la severidad de la pena a que estáis condenados por atentar contra el orden natural por tan extraña amistad. Tenéis derecho a unas pocas palabras antes de la sentencia- dijo un Juez.
-Entiendo que nuestra culpa es querernos siendo de distinta especie – dijo la Mariposa- ¿Y no sabéis ignorantes sabios que todos venimos de una sola Luz fragmentada en infinitos seres y cosas? Entonces nadie es distinto, somos iguales ya que formamos parte de la misma Fuente de Vida y tengo derecho a jugar con el Sireno-
-Sacrilegio, apostasía, blasfemia- gritaron los Jueces al unísono.
-La Mariposa ha hablado con la Verdad –dijo el Sireno- ¿Quién sois vosotros para juzgar lo que no juzga Dios? Si Él no quisiera nuestra amistad seríamos polvo en un instante. Pero tengan presente que la Creación no es perfecta, ya que existen seres como vosotros y disfunciones como las nuestras. Debéis juzgar al Dios imperfecto y no a nosotros que somos su obra-
Los jueces quedaron muy confundidos, pero igual los condenaron con severidad.
San José de Maipo, 6 de Octubre de 2006. Juan Carlos Edwards Vergara |