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Bellavista. 2 de la mañana.
Sentado al costado izquierdo de la barra. "Uno más, porfavor". Esa había sido su frase redundante toda la noche. Para hundir angustias. Dentro de todo, de eso se trataba su esencia más profunda: actuar y seguir andando. Asúmelo y calla.
Era atractivo, con unos ojos azules que pretendían mostrarlo todo; pero era una farsa. Las verdades se llenaban de falacias. Las más inmundas y oscuras.
A lo largo de la noche, se paseaba por los sitios concurridos del gran Santiago, buscando una a una a sus víctimas; seleccionadas luego de una rigurosa observación. Metódica.
Entre esos espacios de análisis, para encontrar a la perfecta candidata, se llenaba las venas con alcohol de mala marca. Los peores tragos de la botillería estaban destruyendo su hígado. Bah, era un lento suicidio.
Finalmente, lograba capturar a su víctima con la vista y le coqueteaba durante la noche. Hacía la técnica de siempre: pasar al lado de ella, vestido con la chaqueta negra con rayas que las mujeres tanto amaban, y mirarlas a los ojos como sólo él sabía hacerlo. Uno va adquieriendo esas capacidades. Es todo un arte.
La mina quedaba loca, y hacía planes para acercarse al sujeto desconocido. Se hacía el difícil al principio, para probar si había cometido una buena decisión. Quería que le costara, para que cada una fuera un desafío. Luego, el baile; con su pasos ambiguos debido a la ingesta tóxica que llevaba dentro. Sus manos en la cintura de ella, pasando sus dedos sutilmente por la cadera...y un poco más abajo. Lento. Era su cómplice.
Constantemente seguía igual secuencia. Siempre el mismo estereotipo de niñas. Inocentonas. Ingenuas hasta el pie del dedo gordo, pero queriendo vivir aventuras de grande. Para él. Para ser lo suficientemente buenas para él. Para estar a su altura....porque eran pendejas. Y lo tenían claro; pero no querían.
Ese era el trabajo del sujeto, estudiar y ser un buen samaritano, para luego jotearse a cualquier mina extremadamente menor que él que quisiera ser rescatada. Y que, de paso, estuviera repleta de sueños de cuentos.
Sentía la distancia con todas esas niñas, y quería acortarlas costara lo que costara. Para recordar cómo era sentirse así de vital. Cómo era querer explotar de emociones por dentro. Todo exagerado; todo adolescente. Por eso se metía con las vírgenes.
Ellas emitían por los poros sus deseos de amar, de unirse al hombre con magia. Qué broma. Y él les daba la magia, todos los trucos que ellas querían, hasta que obtenía la suficiente confianza para quitarles su núcleo donde residían sus juegos infantiles. Y, así...se iba. Marchándose lejos. Escondido en algún antro para succionar sus cuestionamientos de siempre. La culpa que ya ni él se compraba.

Texto agregado el 06-10-2006, y leído por 119 visitantes. (2 votos)


Lectores Opinan
16-10-2006 Toda magia es un truco. Aún así, siempre que la magia se alimente del fuego de la Fe será tan real como el dolor mismo. Salud! PepeTopo
07-10-2006 Naturalemnte recomendable! Stephen_Maturin
 
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