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Contaba la leyenda que cada 200 años, pasaba una estrella del tamaño del sol, que se situaba en el cielo por breves minutos, alrededor de diez, que se sentían como milisegundos. La estrella era tan extraña que los astrónomos nunca lograron comprender de qué estaba compuesta, ni su real ciclo dentro del universo, sólo conocimientos banales.
Había un pequeño párrafo refiriéndose a ella en la biblia, en constantinopla, en grecia, en áfrica y en la antártica. Esto daba pruebas certeras de que era verdadera, no pudiendo haber dudas respecto de su existencia. En esos lugares la veneraban, considerándola como esos milagros bizarros que no duran lo suficiente.
La recitaba siempre igual, Doña María, cuando yo se lo pedía; de fondo estaba el tango que tarareaba con los ojos cerrados. Me decía que juntas veríamos el astro hermoso que nadie lograba entender.
Según sus estimaciones, el día 15 de Septiembre a las 9 am volvería a pasar, porque se lo había comunicado una de sus tantas fuentes secretas.
- Mijita, ya va a ver de le que le estoy hablando. Es gigante, linda linda, y cuando la tenga al frente no se lo va a creer. Aquí nadie pesca lo que pasa encima suyo, asi que seremos de las pocas que lo veremos.
La miraba admirada, fijándome en su casi inexistente cabello, y sus manos hechas trizas por el pasar de las décadas. Tenía siempre restos de esmalte rojo en las uñas, que me ponía a mi también; convirtiéndonos en alta sociedad, siendo jóvenes y vigorosas. Que el mundo nos tuviera cuidado.
Era como si hubiese recorrido el planeta entero, y en ella hubiesen sido depositados los mayores secretos de la naturaleza; teniendo la obligación de contarme algunos de ellos. Decía que yo era lista, que no iba a comprarme las contradicciones que me rodeaban, y que cuando la estrella se presentara ante mi, muchas cosas iban a calzar. Como en los puzzles, o con el amor, o en la vida. Eso decía.
Esperamos expectantes la llegada del astro, corriendo ágilmente a las 8:55 am a ver el cielo monstruoso. Justo como lo predijo, a los cinco minutos pasó una gran pelota con fuego, que era imposible quitarle la vista. Doña María estaba cubierta por un chal, en su silla mirando al cielo, mientras me recitaba bajito que dentro de poco iba a entender la lección más dificil de todas.
Estaba hipnotizada con la estrella, y le tomé la mano a la anciana que estaba calentita como una tarde de verano rodeada de animales en el campo. Me imaginaba a los científicos locos que no podían racionalizar lo que acababa de pasar, y yo había tenido la oportunidad de presenciarlo. Queriendo comunicarle mi emoción a Doña María, la miré a la cara y tenía los ojos cerrados. La moví y nada pasó. Le grité. La zamarrié. Le lloré.
Se había convertido en polvo de estrellas, formando parte del gran astro. Asumí que la gente la veneraría, siendo esperada por la ciencia, por las culturas, por los que tienen fe, por siempre. Dentro de unos siglos me volvería a reunir con ella. Su lección era cierta, no me había mentido...sentir que es un soplo la vida, que sólo respirando se vive cada día, hasta que un milagro te apaga por dentro.

Texto agregado el 06-10-2006, y leído por 144 visitantes. (1 voto)


Lectores Opinan
07-10-2006 Lo amé... Esas cosas de la vida que no se entienden hasta que se padecen... Salud! PepeTopo
 
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