TRES POETAS
Los horizontes
fluían de sus ojos
Traía rumor de selvas en el pecho
y un haz de sueños rotos
sobre sus hombros trémulos
La montaña y el mar sus dos lebreles
le saltaban al paso
La montaña asombrada
y el mar encabritado
Pedro Garfias
Ven, sentémonos un rato, y escucha lo que voy a decir; traigo el corazón cansado y no hay día que me deje de herir. Quiero contarte una historia que algunos, por vergüenza, ya habrán olvidado, pero yo no quiero dejar de contar y repetir. No es una historia alegre ni con un buen final, sin embargo es una historia que no puedo dejar de recordar cada vez que mis ojos ven el agua correr. No juguetees con tu vestido ni me distraigas con un beso, por un rato mira como yo miro el mar y escucha mis palabras como escucha un niño el último suspiro de las olas sobre la arena:
En una vieja y lejana península, donde el mar y la lluvia se han encargado de hacerla cada vez más vieja y lejana; hubo una vez, hace mucho tiempo, tres poetas.
No por ser tres, quiero decirte que son sólo tres los únicos poetas de aquella península. Has de saber que en aquella región sobresalieron otros tantos poetas y hay quienes dicen que otros fueron mucho mejores y, habrá también --tenlo por seguro--, quienes prefieran todavía a otros y los coloquen en un enorme pedestal de oro blanco como incomparables, como inalcanzables, insuperables.
Comprende bien una cosa, la intención de esto que te digo no es menospreciar a poetas que aquí no menciono, ni olvidar a otros poetas de otros tiempos ahora cubiertos por el polvo, ni siquiera ignorar a poetas de tiempos que vendrán con otros aires.
Necia y tercamente, sólo te contaré de tres poetas que vivieron un mismo suceso. Tres poetas que vieron cómo "los dragones de la comarca" quisieron ocultar el horizonte con su manto negro. Tres poetas que hablaron de una misma herida en el costado, herida que se halla en lo que unos llaman: corazón; pero que ellos llegan a nombrarla, neciamente, tercamente: España.
Tres poetas que, de una u otra forma, fueron condenados a morir crucificados. Su cruz: España; su imprudencia: quererla tanto y, su causa: la causa republicana.
Fueron tres poetas que los terratenientes de las sombras desterraron del fuego, de la luz y la planicie y, sin embargo, las montañas no han dejado de pronunciar sus nombres: Miguel, León y Pedro.
Tres poetas que a fuerza de alejarlos, quisieron obligarnos a olvidarlos; mas nunca sospecharon (los malos), que aunque más lejos los tuvieran, más grande era su imagen.
Tal vez te preguntes quienes son los malos en esta historia. ¿Quién es el Ogro que quiere devorar a sus hijos? ¿Quién es el Hechicero que quiere transformar en piedra a sus hermanos? ¿Quien es el Dragón que señorea sobre los tesoros de su maldad? Todos sabemos que los malos son siempre los mismos malos en todas las historias, en todos los cuentos y en todas las vidas; pero en cada ocasión reciben un nombre distinto, y es por ello que es difícil reconocerlos, mas esta vez sus nombres son: Francisco Franco y camarilla; es decir, todo aquel que trae olor a Opus Dei, a fascista, a nazi o a falangista.
Para Miguel, los idiotas son los que:
"Van del hotel al banco, del banco al paseo
con una cornamenta notable de aire insulso.
Es humillar al prójimo su más noble deseo,
y el esfuerzo mayor lo hacen meneando a pulso."
Los malditos que:
"Herís, crucificáis con ojos compasivos,
cadáveres de todas las horas y los días:
autos de poca fe, pasto de los archivos,
habláis desde los púlpitos de muchas tonterías"(1).
Para León, el enemigo es aquél que pelea contra el viento; todos los creadores de cuentos inútiles que invitan al conformismo; "los mercaderes de Cristo"; "los que tienen bonita letra al escribir una sentencia de muerte"; los que permanecen impasibles ante los ojos de un niño.
Y para Pedro, el infame es el
"Abogado rapaz, experto en flemas,
pródigo en reverencias y en sofismas,
celestinesco zurcidor de cismas
elocuente en silencios y en zalemas"(2).
Tres poetas separados por la angustia y de su angustia; obligados a permanecer sepultos en el olvido de la impotencia; constreñidos a retirarse, uno, de su "abismo de siempre, (de su) tierra de siempre. (De sus) entrañas donde desembocando se unen todas las sangres, donde todos los huesos caídos se levantan"(3). El otro, de su manchega llanura donde cada día espera ver la figura del Caballero pasar(4). Y el último, de su "ciudad crispada (donde) las calles tiemblan y se alargan como sollozos y el viento pulsa el violín de las campanas"(5).
Tres poetas que sin más en las manos para el viaje que sus dardos de tinta y sin más grito en sus labios que su propia inventiva, se enfrentaron contra "el Amo del Castillo". Tres poetas solitarios que, sin acatar las órdenes del "Caudillo", desembocaron en la vida, en las calles, en las trincheras y en la muerte en busca de una respuesta, de una bandera o de una moneda para comprar un fusil.
Nunca era tarde para defender una experiencia, una experiencia que fuera distinta a una monarquía, a una oligarquía o a una dictadura.
Miguel: Aunque no abandona nunca España, muere desterrado dentro de la misma España; pues estando en prisión muere a causa de un dolor en el costado, enfermedad que los arrogantes doctores llamaron pleuresía pero que él se digno a darle el mismo nombre que tiene desde hace mil años: España.
Poeta autodidacta, excelente albañil de palabras, mago de la esperanza truncada, salvador de la imagen perdida.
León: De boticario y cómico ambulante pasa a ser poeta del aire. Desterrado de España, viene a morir en México de tristeza. Los que creen conocer de cosas serias dicen que su muerte se debió a un dolor en el costado, provocado por los muchos años a cuestas; pero él sabía que su tristeza y su dolor es sólo un nombre en la arena: España.
Poeta de la rabia, que no encuentra en dónde estallar si no es en una estrella.
Y Pedro: A bordo del buque Sinaia, llega a México tras la derrota republicana, donde se dedica a reconstruir su casa en poemas y a olvidarla en el fondo de las botellas. Borracho empedernido, amparador de postes, los sabios galenos dictaminan que su muerte, originado por un dolor en el costado, fue a causa de cirrosis. Pero Pedro pregonaba que su delírium trémens, era producido por un vino en tinto: España.
Poeta amante de la tarde, auténtico espíritu peregrino de entre las montañas de un viejo olivar.
Tres poetas deshabitados que se debatieron llenos de palabras contra la soledad a la que fue sometida España por la franca franqueza de la ideología fascista del franco de Franco.
Miguel cuenta que España es:
"Sólo la sombra. Sin astro. Sin cielo.
Seres. Volúmenes. Cuerpos tangibles
dentro del aire que no tiene vuelo,
dentro del árbol de los imposibles"(6).
León reclama que:
"Ya no hay locos, amigos, ya no hay lo-
cos. Se murió aquel manchego, aquel, es-
trafalario fantasma del desierto y....
ni en España hay locos. Todo el mundo
está cuerdo, terrible, monstruosamente
cuerdo"(7).
Y Pedro, desesperado, defiende al viento de España:
"Se lamenta y se lamenta
atado a la noche el viento.
Suben sus gritos al monte
topan en el alto cielo
caen rotos a los barrancos
y se arrastran, lastimeros.
Se lamenta y se lamenta
atado a la noche el viento"(8).
Estos tres poetas que en un tiempo le causaron a Franco dolores de cabeza, hoy le causan a España, dolores de conciencia.
España, heroica tierra que antes fue de conquistadores, vuelve hoy a ser de conquistados. Con su historia de Imperios, milenaria, cuenta con un período corto de sólo tres años en el que la plebe quiso marcar el rumbo de su península. Aquellos pocos años que actualmente se conocen como la experiencia republicana, fueron una experiencia frustrada por un Franco de oscuro abolengo.
Con el apoyo de las hordas nazis y fascistas, Franco asume la responsabilidad de hundir a España en la humillación y en la violencia, antes de permitir que el pueblo tome las riendas. Y la condena a morir desangrada.
Miguel:
"El hambre paseaba sus vacas exprimidas
sus mujeres resecas, sus devoradas urbes,
sus ávidas quijadas, sus miserables vidas
frente a los comedores y los cuerpos salubres"(9).
León:
"Franco, tuya es la hacienda,
la casa
el caballo
y la pistola.
Mía es la voz antigua de la tierra.
Tú te quedas con todo y me dejas desnudo y errante
por el mundo...
Mas yo te dejo mudo... ¡mudo!"(10).
Y Pedro:
"Esta España que ayer organizaba
su vida oscuramente
con un silencio humilde y laborioso,
bajo un sol complaciente, halago de turistas
(...)
ahora sacude al viento sus raíces
empapadas de llanto,
barro español y sangre de españoles"(11).
La República, que apenas, siendo todavía una niña, mostraba sus primeros pasos, fue abortada, arrancada de raíz, sin probabilidades de sobrevivir. Ideología que estuviera contra de la máxima falangista: "¡Muera la inteligencia!", era arrasada sin miramientos; pues pensar, cansaba al "Caudillo" y, a Carmelita, su señora esposa, le alteraba el sueño.
La República, por atreverse a liberar al hombre de sí mismo; por enseñarle el camino de su propio sueño; por intentar abrigarlo con su humilde manto; por querer apartarlo de la oscuridad en que había habitado por siglos, debía, urgentemente, dejar de existir para siempre.
Miguel:
"Las cárceles se arrastran por la humedad del mundo,
van por la tenebrosa vía de los juzgados;
buscan a un hombre, buscan a un pueblo, lo persiguen,
lo absorben, se lo tragan"(12).
León:
"No esperes más a nadie...
Nadie te aguarda ni te busca...
Fuiste... el aborto de un sueño...
la semilla podrida de un sueño, que nunca germinó"(13).
Y Pedro:
"Yo vi en sus ojos su vida.
Vi su niñez espantada,
su juventud desolada
sin una interrogación.
Y vi sus días iguales.
Y vi su resignación"(14).
Tres poetas que por ser tres, no pudieron hacer mucho; pero que por ser tres poetas, dejaron a Franco muy mal parado.
Ninguno de estos poetas aceptó su simple condición de hombre mortal; ninguno se resignó a ser una burlesca parodia del régimen de Franco; ninguno quiso, a pesar de la derrota, mostrar su credencial de derrota.
España tuvo, entre otros poetas, tres poetas: Miguel, León y Pedro.
Y colorín colorado, que este cuento, nunca se ha acabado.
Miguel:
"Vengo muy satisfecho de librarme
de la serpiente de las múltiples cúpulas,
la serpiente escamada de casullas y cálices.
(...)
Vengo muy dolorido de aquel infierno de incensarios locos,
de aquella boba gloria: sonreídme.
Sonreídme, que voy
adonde estáis vosotros los de siempre.
Los que cubrís de espigas y racimos la boca del que nos escupe,
del que conmigo en surcos, andamios, fraguas, hornos,
os arrancáis la corona del sudor a diario.
Me libré de los templos: sonreídme.
(...)"(15).
León:
"Ser en la vida romero,
romero solo que cruza siempre por caminos nuevos.
Ser en la vida romero,
sin más oficio, sin otro nombre y sin pueblo.
Ser en la vida romero... sólo romero.
Que no hagan callo las cosas ni en el alma ni en el cuerpo,
pasar por todo una vez, una vez solo y ligero,
ligero, siempre ligero.
(...)"(16).
Y Pedro:
"Aquí estoy sobre mis montes
pastor de mis soledades.
Los ojos fieros clavados
como arpones en el aire.
La cayada de mi verso
apuntalando la tarde.
Quiebra la luz en mis ojos
la plenitud de sus mármoles.
Tiene el tiempo en mis oídos
retumbo de tempestades.
Mi corazón se acelera
sobre el volar de las aves.
Vibra mi sien el zumbido
de los vientos y los mares.
Y aquí estoy sobre mis montes
pastor de mis soledades"(17).
NOTAS
(1).- Miguel Hernández: "Los hombres viejos" de El hombre acecha. Edición de
Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia. REI. págs. 131 y 128 respectivamente.
(2).- Pedro Garfias: "Soneto a Míster Chamberlain" de Poesía de la guerra espa-
ñola en Antología poética. Selección de Juan Rejano. C.N.C.A. pág. 164.
(3).- Miguel Hernández: "Madre España" de El hombre acecha. en la antología El
hombre y su poesía. Edición de Juan Cano Ballesta. REI. pág. 170.
(4).- León Felipe Camino: "Vencidos" en Nueva antología rota. Finisterre Editores.
pág. 23.
(5).- Pedro Garfias: Poema sin título de Motivos de la ciudad. en Op. cit. pág. 101.
(6).- Miguel Hernández: "Eterna sombra" de Poemas últimos. en Op. cit. pág. 238.
(7).- León Felipe Camino: "Pero ya no hay locos" en De "El payaso de las bofeta-
das..." en Op. cit. pág. 61.
(8).- Pedro Garfias: "Romance del viento" de Romances y canciones en Op. cit.
pág. 78.
(9).- Miguel Hernández: "El hambre" de El hombre acecha en Op. cit. pág. 134.
(10).- León Felipe Camino: "Hay dos Españas" de España e hispandad en Op. cit.
pág. 181.
(11).- Pedro Garfias: "Hablo con usted Míster Chamberlain" de Poesía de la guerra
española en Op. cit. pág. 154.
(12).- Miguel Hernández: "Las cárceles" de El hombre acecha en Op. cit. pág. 145.
(13).- León Felipe Camino: "Hombre" de Nuevos poemas en Op. cit. pág. 232.
(14).- Pedro Garfias: "Miliciano muerto" de Poesía de la guerra española en Op. cit.
pág. 147.
(15).- Miguel Hernández: "Sonreídme" de Otros poemas sueltos en Op. cit. pág. 123.
(16).- León Felipe Camino: "Romero solo" de Versos y oraciones de caminante en
Op. cit. pág. 21.
(17).- Pedro Garfias: "Romance de la soledad" citado por Santiago Genovés en su
Introducción a la lectura de poemas en "Homenaje a Pedro Garfias" en
la Revista Comunidad CONACYT, diciembre 1981-enero 1982, año VIII,
núm. 132-133, pág. 61.
BIBLIOGRAFIA
- Camino Galicia, León Felipe: Nueva antología rota (aumentada con "Guer-
nica", "Otro relincho al Che", y "Al glorioso general..."). 3a. ed. Méxi-
co. Finisterre Editores. 1977. (Colecc: León Felipe. No. 18).
- Garfias, Pedro: Antología poética. (Selecc: Juan Rejano). México. Consejo
Nacional para la Cultura y las Artes. 1990. (Colecc: Lecturas Mexica-
nas, tercera serie. No. 19).
- Hernández, Miguel: El hombre acecha. / Cancionero y romancero de ausen-
cias. (Edición de Leopoldo de Luis y Jorge Urrutia). México. Red Edi-
torial Iberoamericana. 1987. (Colecc: Letras Hispánicas. No. 197).
- --------------: El hombre y su poesía. (Antología de Juan Cano Ballesta). Mé-
xico. Red Editorial Iberoamericana. 1988. (Colecc: Letras Hispánicas.
No. 2).
- Comunidad CONACYT. "Literatura". México. Diciembre 1981-enero 1982,
año VIII, núm. 132-133.
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