RELATO DE UN ESQUIZOFRENICO -
Mientras cindy lauper, asordaba con sus extravagantes temas. Los muchachos danzaban jubilosos en la habitación numero trece del albergue para adolescentes esquizofrénicos. El ocaso de aquella tarde fue trivial, nada especial, en las anteriores acostumbraba escribir poesías eróticas para la musa que advertía desde la ventana, del mismo modo, ella habituaba leer pausadamente en el césped improvisado de su balcón; pero carecía de agallas como para llamarla o quizás echar a volar mis poesías en una avioneta de papel, dirigirla hacia ella y corres cobarde de amor.
Aquella tarde el reloj parecía una ruleta paranoica, que giraba de modo uniforme para detenerse seguramente en el vocablo “soledad”. No obstante, todo el mundo empacaba, las chiquillas se vestían de negro, de la solapa de sus camisas emanaba una especie de esquirlas sucias de percal. Los muchachos tocaban rock an roll con unas guitarras improvisadas de escoba, con sus casacas de cuero negro, y sus pantalones agujerados de vaquero. La habitación parecía un lugar donde se subastaba prendas de vestir, con concurrencia de personas extravagantes y amateur. Todos habían aprobado la terapia acepto yo. Lo mas angustiante fue que era la decimotercera ves que no lograba convivir con esos opresores locos, a causa de eso, la habitación carecería de los restos, no habría mas rockanrroll ni los aburridos imberbes que con sus anécdotas familiares lograban sustraerle una pizca de soledad a mi vida.
Al cabo de un instante, todo terminó. Sus cuerpos evadieron la habitación de modo vertiginoso, solo simón, a quien yo acostumbraba adiestrar con mis presumidas filosofías marxistas, apretó mis manos y, con una mirada incoherente le dije que echaría de menos su humilde inteligencia. Todos se marcharon, y yo volví a mi soledad cuando el ocaso también se había ausentado.
Después, trate de adecuar de manera eficaz mi soledad, y opte con salir en busca de la dulce psicóloga, para solicitarle algún video entretenido de ficción o libros de locos intelectuales. Cuando pálido me detuve en el medio de la plataforma del patio, no logre oír el peculiar sonido del albergue, todo estaba en orden, y en silencio. Las luces estaban apagadas, un poste de luz ajeno a la propiedad iluminaba el patio. Un gato gris repasaba las paredes buscando un lugar por donde escapar, debo admitir que me asustó; pero lo mas extraño que halle en ese momento fue la puerta abierta, sin el rudo cabron que custodiaba e impedía que alguien evadiera el lugar, en ese instante no tuve tiempo de recordar que yo era el mas interesado en burlar la seguridad. Esperé unos minutos para ver si alguien se asomaba por la entrada, mientras cavilaba en lo que haría si no llegase nadie. Y así fue, no llego nadie a la puerta, eso si que era demasiado extraño, tanto que llego a asustarme.
Breves instantes después, situé el disco de beethoven en la lectora, y mientras algunas lágrimas serpenteaban por mi faz, introducía mis trajes añejos a un bolso de papel. Di un suspiro por la ventana, dirigiendo la mirada hacia el balcón de mi musa, y sin desden al tiempo en que pase en aquel lugar, me marche sin rumbo.
Aquella noche, me dirigí al mar para ver si aun mi madre se hallaba con vida. Pero no, me dijeron que estaba muerta. Aquella noche me dirigí a matar a las prostitutas, a los ladrones, a los opresores y políticos. Sin embargo, nada cambio y espere al día siguiente.
El día siguiente, fui a ver si mi padre aun seguía siendo popular en la corrida de toros, y grata fue la sorpresa: me dijeron que era uno de los buenos y que estaba en España, y brinde con uno de los confidentes, me emborraché y decidí entrar al campo donde el torero y el toro estaban a duelo. La gente aplaudía con mucho júbilo mi valentía. “es el hijo de Agustín García Malla”, gritaba alguien, y el torero me proporcionó una espada. Vi al pobre toro agonizar con tres espadas prendidas a su nuca, y cuando me disponía a clavarle la espada, invertí mi ruta y clave la espada en el cuello del torero. Toro y torero agonizaban en la plataforma.
Ahora estoy de nuevo entre estas cuatro paredes, sin nada,..
JOSE LUIS ROMERO CORDERO.
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