Busque la botella. Le recomiendo un Cavernet Sauvignon, ése mismo, robusto, tinto, maduro. ¡Excelente fecha! Todo bien, ahora tómela con delicadeza, eso, cuidadiiito, cuidadito, así, igual como la tomaba a ella, bien, deslícese por su silueta, cierre los ojos y muérdase el labio, escuche a su corazón latir, sienta su exquisita temperatura, su pulso, perfecto. Piérdase sin caerse en las curvas. Introduzca su herramienta y, sí, lento, cuidado, hasta adentro, vamos usted puede, eso, saque el corcho sin rudeza. Ahora sienta su aroma, déjese llevar por su aroma, ese perfume embriagador que le hacía cerrar los ojos de placer mientras olía su cuello, sí, sus pulmones lo recuerdan bien, su corazón la tiene presente.
Disimulando la impaciencia y sin dejar de disfrutarla, inclínela en dirección suya, si allí donde esta la copa, ahora acuéstela en el aire y deje que la gravedad haga el resto. Su cabellera ahora cae como deliciosas hebras de rubí y caramelo. ¡No lo toque!, aún no es momento. Disfrute del sonido a continuación y recuerde sin apuro el cantar del río en la primera cita a solas con ella, solos los dos, como ahora. Tómela de la mano. Mírela, apréciela, adórela como el cristal que es. Acerque sus labios al carmesí, bésela (como aquella vez), sienta su sabor sienta su cuerpo su consistencia, siéntala dentro de sí, deje que fluya en su cuerpo y sea uno con el tinto. ¡Qué buenos tiempos, qué buena fecha! Es un buen tinto, juguetee un poco con su lengua para apreciar mejor el sabor, cierre los ojos otra vez pero no deje de verla. Trague lentamente y goce el ardor en su pecho, suspire, ahora su boca ansiosa necesita más y la euforia lentamente comienza a apoderarse de sangre de su alma. Añora su regreso, la necesita… pero sólo volverá con la siguiente copa.
Repita la acción, goce una y otra vez, pero recuerde que sólo cuando la botella esté vacía, cuando sus sentidos no le respondan y sonría llore sin motivo, sólo en ese momento ella lo dejará en paz.