El hijo de Marte

“La guerra es la situación de aquellos que procuran ventilar sus diferencias por la vía de la fuerza” Hugo Grocio

Tus botas se estampan en mi suelo, creando sismos en lo íntimo de nuestros corazones, tu acero madurado en el caldero del odio se incrusta en nuestras carnes arrastrando en su camino pieles y almas, tu deseo de paz presiona el gatillo y tu sed de victoria me seca por dentro.

Muéstrame el titulo que te da poderes sobre nuestras vidas hijo de Marte, porque solo sabiendo quien te vendió mi vida consentiré que hundas tu daga sobre nuestros vientres. Acompáñame al ritual del ultimo segundo y mírame fijo a los ojos porque cuando me vuelva ha acercar a ti quizás no me reconozcas y me des muerte por segunda vez.

Puedo sentir el pulso de tu yugular succionando sangre, inyectándose en tus manos y vaciándose en mi pecho. Deseo decepcionarte, al no poder dialogar contigo, ya que no poseo puñal, sino mi lengua, ni fusil salvo mi palabra. Así mudo ante el grito de tus cañones, dime lo que quieras porque solo podré escucharte.

¡Oh Embajador de Israfil! ¿como podría declinar tu invitación? ya que has estampado con mi sangre una visa hacia la ciudad del silencio. Me has vestido de mortajas de lujo y hoy en tu carruaje fúnebre me paseas en la aclamación de un huésped ilustre que deberá vivir en los valles del olvido atado a tu frágil conciencia.

Hijo de Marte, embajador de la muerte, hombre planta cargado de semillas de espinos y mandrágoras. Descansa sobre nuestros cuerpos que se extienden como una alfombra roja ante tu salida triunfal; porque si tu meta era pacificar, ¡lo lograste!, ya que nos proporcionaste la paz eterna.