Inicio / Cuenteros Locales / mithia / El car de una tarde
Hay lluvias y lluvias... no son todas iguales. La cantidad y la fuerza... sí, hacen una diferencia, el viento también ha de jugar un papel importante… pero hay lluvias y lluvias.
Algunas lluvias parecen ser la encarnación de una ira divina; como castigos sobre nuestros hombros, otras parecerían el detalle más íntimo de la desdicha, cayendo como lagrimas ante la áspera mejilla de este mundo. Pero esta era especial; las gotas caían con lujuria sobre su piel y el día parecía pasmado, inmóvil, como cauteloso de no estropear esa pieza de sublime baile. Sus manos se movían al compás de la indecisión del viento y jugando entre sus dedos el tiempo hacia nudos.
Su boca… su boca besaba aquellas lágrimas de seda y la sed se extinguía por siempre. Entre sus pasos que no la llevaban a ningún lugar, el infinito se abría en ondas acuíferas y su mente simplemente captaba la ausencia de colores.
Paseaban en su cuerpo húmedo aquellos puntos celestiales creando constelaciones en sus llorosos ojos y en esos mares azules se dibujaba la silueta de algo; alguien perdido. De entre sus cabellos caía un cielo agitado en si mismo con el peso de la ausencia y él se dibujaba borroso como la cautela sigilosa que envuelve a los amantes y, mientras su cuerpo tibio se unía al suelo, una parte suya y de nadie más, subió retando lo grávido profanándose en aquellas gotas de seducción.
Sin mirar atrás soltó las cuerdas y decidió perderse en la sinfonía del recuerdo.
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Texto agregado el 05-10-2006, y leído por 105
visitantes. (3 votos)
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Lectores Opinan |
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18-10-2006 |
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Tienes una buena redacción y se manejan figuras interesantes, alegóricas. Me gusta. Saludos nicholls |
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