Cuentan que al llegar a la base del cerro, puede observarse como si de repente apareciera en el horizonte el hogar del Mago. Sería generoso definir su residencia como una mas de aquellas que no abundaban en la verde pradera del sur de aquella región. Era solo un montículo de piedras y barro, con un desordenado techo de paja que solo dejaba escapar la voluta de humo del horno donde aquel hechicero prometia hacer realidad cualquier fantasia que los seres humanos tuvieran.
La superstición que despertaba su imagen era tan grande que pocos eran los que se animaban a pronunciar su nombre, menos todavía eran aquellos que contaban sus historias que habían pasado de generación en generación y que sostenían que el mago vivía en la cima del cerro desde que el mundo era mundo, y causaría mucha gracia y piedad ver alguna persona tratando de ir a su encuentro, ya que según la leyenda el mago odiaba las visitas, razón por la cual según la misma creencia, mantenía alejados a los malos espíritus y éste era el motivo por el cual, los pobladores anhelaban que decidiera quedarse en la cima del cerro para siempre.-
Los días en el pueblo que nacía en la base del cerro eran monótonos y silenciosos como en cualquier lugar donde no haya mas de 200 almas residiendo. Las calles tranquilas solo dejaban escuchar las campanillas de las bicicletas, las cuales sonaban para anunciar la presencia de uno ante algún vecino al que todavía no habían visto ese día, las hojas secas que se arremolinaban en las calles fieles a su costumbre de hacerlo cada otoño, era la música de fondo ideal para la siesta vespertina, la que obviamente nadie dejaba pasar.-
Es por ello que causó sensación la llegada de un muchacho,al pueblo. Pronto todos tomaron nota de que un joven muchacho de la capital había llegado al pueblo, y todos querían hablar con el, saber cual era el motivo que lo había llevado a aquél recóndito lugar del país. No pasaron muchas horas y ya se habían tejido varias conjeturas acerca del porke de la llegada del forastero. Doña Celia, que siempre se jactaba de ser la primera en enterarse de cualquier acontecimiento que ocurriera en varios kilómetros a la redonda, juraba haber visto su rostro en un identikit confeccionado por la Policía a fin de dar con un peligroso ladrón. Dicha versión fue prontamente desmentida pero no sin causar un cierto temor entre la población. Las voces sabias del pueblo, es decir, Don Antonio, Maciel, Carlota e Isabel, quiénes tenían su oficina central en la plaza del pueblo, donde en la mesita de piedra donada por la municipalidad mataban las tardes jugando al dominó, sostenían que la purísima verdad es que nada se sabía del forastero que había llegado al pueblo aparentemente con ganas de quedarse.-
Con el correr de los días la intriga entre la gente del pueblo se hizo más grande, ya que forastero, que había pagado por anticipado el alquiler de su habitación en la única posada del pueblo, no salía de su hermetismo. Asi las cosas, una pequeña comitiva de pobladores, cuidadosamente seleccionados, y guiados por Don Maciel, fueron en búsqueda de aquel hombre que había perturbado la exasperante paz de la pradera.
El camino hacia la posada transcurrió en una tensa calma, tomando en consideración que en el debate previo hasta se había contemplado al posibilidad de llevar algún arma por si la situación llegaba a ribetes indeseados. Fue por ello que la sorpresa fue grande cuando ante el segundo golpe de Don Maciel a la puerta de la habitación, la misma se abrió dejando ver la figura de un hombre, acostado en una cama de una plaza, llorando desconsoladamente.-
Tras una breve presentación y explicados los motivos de la visita pudieron saber los baqueanos que aquel forastero, de nombre Adán, había llegado al pueblo en busca del mago que entre otras cosas curaba el mal de amores.
Ante semejante confesión todos los presentes retrocedieron instintivamente un paso, y tras sentir que por un instante no había solamente seis personas en la habitación, todos recobraron el valor pero nadie animó a decir una palabra.
Tomando un poco de coraje y luego de tragar saliva un par de veces, Don Maciel tomó la palabra, y explicó detalladamente al forastero que hacía años que el mago vivía en la cima del cerro, y que todos los pobladores en algún momento, tras dejar alguna ofrenda al pie del cerro, habían pedido un deseo y el éste uno por uno los había ido cumpliendo. A pesar de ello, siguó explicandole que no era prudente ir a su encuentro. Sin perjuicio de ello, y dando las gracias a todos los presentes por la bienvenida, Adán decidió que iría a su encuentro, ya que según su parecer, si la muerte era lo peor q podía pasarle en ese lugar seguramente no era dicha situación tan terrible como soportar seguir viviendo sin la presencia de su amada.
Por ello, y tras largas y reiteradas recomendaciones por parte de cada uno de los habitantes del pueblo, decidió emprender el camino. Fue así que el último viernes de octubre partió rumbo a la casa del mago, siendo despedido por la población con la absoluta seguridad de que sería la última vez que verían al forastero, circunstancia que se vería corroborada con el paso del tiempo.-
El camino fue mas corto de lo esperado y cerca del anochecer llegó nuestro amigo a la casa del enigmático mago.-
Al tercer golpe de puerta sin oír respuesta, decidió nuestro amigo dar una vuelta alrededor del rancho en búsqueda de alguna entrada.-
Así fue que sobre el costado sur de la casa, encontró una ventana lo suficientemente grande como para dejar pasar su humanidad y, sin dudarlo un instante se precipitó sobre el interior de la casa.-
Si bien la oscuridad ya gobernaba el ambiente, la luz lunar le permitió encontrar un mezcal y encender una lámpara de aceite que se encontraba en una pequeña mesita. Fue grande su desconsuelo al ver al mago, o mejor dicho, lo que quedaban de sus huesos, prolijamente acomodados sobre un lecho de paja al otro lado de la habitación. Por un momento intentó comprender como era posible que nadie hubiese adviertido el fallecimiento del mago. Si bien era imposible saber cuanto hacía que el mago había fallecido, parecían ser varios los años que hacía que el mago dormía en su lecho de paz. Y asi fue que con más interrogantes que respuestas, nuestro amigo, decidió dar un entierro digno al mago y entre sollozos le pidió a sus huesos por el regreso de su amada.
Ya eran horas del amanecer y seguramente el pueblo estaría esperando su regreso a fin de contar con lujos de detalles su encuentro con el mago. Pero el ya habia decidido no regresar. El mago representaba una figura de sumo respeto entre la población y seguramente la noticia de su muerte no caería bien entre la población. Prefería escapar hacia el otro lado, y mantener viva la tradición de que el mago cuidaba a los habitantes de aquel pueblo y odiaba a aquel que osara ir a su encuentro. De nada serviría a aquellos hombres y mujeres saber que hace años que el hombre al que atribuian sus suertes y maldecían sus desgracias había fallecido, porque nada es mas importante que mantener la ilusión de pensar, y de saber que de alguna manera, alguien nos está cuidando...
Y entre esos pensamientos nuestro amigo fue barranca abajo, camino a la capital, con la absoluta seguridad de que su ruego había sido escuchado por el mago y que a su regreso, su amada estaría esperando por el........
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