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Inicio / Cuenteros Locales / jeday / \"EL CIRCO DE LOS SUEÑOS Y ALIENADOS\"

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El barco mas grande que jamás había visto zarpó del puerto a la hora convenida con los turistas mas altos y fantásticos que nunca se había imaginado, la impresión de aquel suceso en su pequeño pueblo, tan sencillo y tan pobre marco la vida de Gabo; a partir de entonces solo quiso salir de allí y recorrer el mundo, se veía subiendo a un barco gigantesco con ropas elegantes y sonrisas de adiós y de "nunca los olvidare", con su estatura gigantesca, cabellos rubios y sus ojos azules y diáfanos, conocer gente de otros mundos y hablar tan deliciosamente como ellos.

Tuvo que conformarse con tener los ojos pardos y tristes sin propiedad y sin brillo, su piel cobriza jamás tendría la tonalidad rosácea de los “gringos”, “¡el cabello!” se dijo emocionado, el cabello si podía cambiarse lo pintaría, tendría que empezar por algo, en cuanto a la estatura, era aún un niño, sería el hombre mas alto del pueblo como el viejo del circo que nunca se iba a quien él admiraba y que según escuchaba fue el hombre mas guapo y seductor de antaño.

Fue de admirarse entonces cuando buscó él mismo a la vieja Zoila para trabajar en su jardín y ser el muchacho de sus mandados, el letrero de “se busca chico para mandados” que asustaba a todos los mozos del pueblo ya estaba amarillo por el largo tiempo expuesto al sol, la primera orden fue despegar el papelucho de la ventana, su buena disposición y su entusiasmo primero no disminuyeron cuando supo que era verdad que la vieja Zoila gritaba sin cesar y renegaba hasta con Dios, le azuzaba en los oídos, gritaba y se hacia mierda en él. Pero tenía que ir en barco, tenía que irse del pueblo triste, la vieja después solo sería un recuerdo, trabajaba cada vez con mas ganas, corría a cada llamado suyo y trataba de hacer lo correcto, nadie entendía su extraño comportamiento, sus tías decían que era un querubín cuya misión era devolverle felicidad a su amiga Zoila tan querida en otros tiempos, la madre pensó que había heredado la terrible locura de su abuelo que gustaba de andar desnudo, su padre y hermanos más tranquilos dijeron que seguro ya tenia novia, su hermanita Lina lloraba porque pensaba que la bruja Zoila lo había hechizado por coger una margarita de su jardín, las demás personas creían que en algún momento desaparecería del pueblo con las joyas y el dinero de la viuda.

Gabo terminó entendiendo muy bien a la vieja y pronto ella dejó de gritar y cagarse de irritación, la casa volvió a estar nueva e incluso la vieja mas tranquila salía a dar una vuelta de vez en cuando, las tías beatas llenaban a Gabo de besos y mimos “Gabrielito querubín… angelito… lindura” decían, le daban propinas para sus dulces y el las guardaba para su alienación.

El día de la Virgen viajaron todos a la ciudad, allí había de todo; Gabo llevo todo su dinero en una bolsa de plástico y la amarro a su chompa, una vez allí fue a pintarse el cabello, a comprarse los pantalones jeans que siempre había querido usar y que le quedaban tan bien a los gringos, se compro una billetera, lentes, perfume y zapatos todos de fantasía.

Cuando su padre lo vió con el cabello amarillo cortado como "el viento llega de atras" , los pantalones jeans y la ropa multicolor y festiva que contrastaba con su piel morena y expresión taciturna, maldijo a la novia, la madre lloró recordando al abuelo desnudo y sus hermanos se rieron de buena gana menos Lina que era la única que lo vio como a los gringos.

En el pueblo todos miraban a Gabo con curiosidad y hasta con descaro, cada uno sacaba su propia conclusión parecidas a las de la familia, “…Gabo mariquita, cabello de mujer…” le cantaban sus compañeros en la escuela pero el no les hizo caso. El único beneficio que saco con su alienación fue la contratación en el circo que le propuso don Melchor después de verlo y recordar a un acróbata maricón que se escapó con un malabarista. Le prohibieron salir salvo al circo y a la escuela, y su madre le daba todas las noches unos mates que le hacían vomitar un líquido verde.

En el circo aprendió malabares de don Melchor, hablaba fluido y ganó un poco la admiración de la gente, incluso tomaban de normal su aspecto ya que trabajaba en un circo. Con el tiempo sus miembros esqueléticos se estiraron y su piel palideció gracias a los mates de su madre que notaba esperanzada que la materia verde disminuía, llegó a los 15 años flaco, pálido, pero alto y con una fluidez de palabra excepcional, tenía una seguridad en sí mismo tan grande que hacia a sus interlocutores dudar de sus propias ideas.

Todos llegaron a conocerlo en el pueblo, unos lo saludaban alegres, otros con antipatía, sus tías ya no lo saludaban, pero siempre llamaba la atención, nunca jugaba al fútbol y prefería correr o bailar con las chicas, la mayoría coincidía en que se había vuelto maricón.

Una tarde de verano hacia su entrada triunfal al pueblo doña Catalina y su esposo Alberto con un hermoso televisor en blanco y negro, el único del pueblo, habilitaron un patio gigante con bancas largas, pusieron un letrero de madera que decía “sine” y cobraron cincuenta centavos la entrada, al mediodía los niños y los jóvenes se deleitaban con los dibujos animados y las películas de guerras, las señoras y muchachas eran las clientes mas asiduas porque ocupaban a partir de las dos de la tarde hasta las siete u ocho de la noche cuando terminaban sus novelas, el horario de las cenas se vio altamente afectado en todo el pueblo, debido a ello los esposos terminaron por asistir solo algunos fines de semana. Gabo iba a ver las películas de cowboys y trataba de aprender al máximo de los norteamericanos.

Don Melchor maldijo el progreso por la televisión y decidió hacer giras como antes, renovó el circo, viajó un día y volvió con una señorita y tres jóvenes parecidos a Gabo, uno de ellos traía un mono en el hombro; y una semana después amanecieron las paredes con el anuncio de “Ultima Función” hicieron un desfile; exhibieron al mono llamaban la atención saltando y haciendo mil acrobacias

El día de la función el circo estaba repleto, salieron los nuevos acróbatas con sus pantalones apretitos y medio maricones igual que Gabo, hicieron los malabares que Gabo sabia hacer pero mas temerariamente, con fuego, con personas en medio, con cuchillos, las señoras gritaban a cada instante y los jóvenes aplaudían entusiasmados, luego extendieron una malla en la plataforma del circo y por fin el pueblo entendió para que servían esas sogas colgadas en el techo del circo que resultaron llamarse trapecios, los atléticos artistas se colgaron y empezaron a saltar por aquí y por allá de columpio a columpio, el mismo Gabo participaba haciendo los números mas sencillos, fue una velada inolvidable, Don Melchor salio de payaso con el mono, también Gabo y Lina que trabajaba allí gracias a su hermano, el publicó que conocía todos los números del circo de memoria, rió a carcajadas con este acto realmente nuevo y original.

Muy temprano en la mañana salieron todos en el viejo camión de Don Melchor, Gabo se subió a la canastilla sobre el toldo, miro el pueblo al amanecer, aun vacío y triste allí estaba durmiendo seguro la vieja hablando sonámbula, su padre y sus hermanos que no sabian como mirarlo al despedirse, su madre sollozaría por la locura inevitable que solo ella podía retrasar a punta de mates, y la inocente Lina que lloro porque quería acompañarlo pero sus padres la retuvieron porque era muy chiquita. Respiro el aire fresco de la mañana y sintió que subía a un barco inmenso, que la gente lo veía y se despedía alegre de sus ojos pardos que nunca pudieron ser azules, su cabello rubio lavado con agua oxigenada, su tez pálida, sus manos finas y escualidas, sus pantalones estrechos y su hablar desenvuelto como los gringos…

- Nunca los olvidare…- murmuró.

Texto agregado el 04-10-2006, y leído por 121 visitantes. (0 votos)


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