Tanto frío escupía el cielo
aquella tarde sin almanaque
sobre la esquina de algún olvido
y en el cénit mismo de mis dudas.

Bramaba el cielo culpas ajenas.
Eran las tuyas, eran las mías.

Cerrè la puerta con doble llave
rumié un "buen día" a mi vecino
y entre gentíos de desconsuelo
salí a buscar tu vida (tambièn la mía)
por la avenida de la nostalgia.

Justo en la cuadra de la neblina
hallé un recuerdo que me esperaba:
en la misma mesa del mismo bar,
el mismo coágulo de amor quemado
por el último pucho compartido.

Olvidaste apagarlo cuando te fuiste.

Bramaba el cielo culpas ajenas.
Eran las mías, eran las tuyas.

Desando la tarde hacia la noche
y el gentío y yo ya somos uno.
Me escupe el cielo el almanaque
desde el cénit mismo de tu ausencia.