Mi perro mató a un cordero ayer. Era de esperarse. La vecina ya nos había dicho que lo había visto atacar a uno, pero logró escapar; después mordió a otro, y lo mató. Pero ayer fue más lejos, porque además de matarlo, se lo comió. No todo, porque alcancé a verlo y lo saqué de ahí inmediatamente. Lo subí a la camioneta y me lo llevé lejos, a la casa de una familia amiga que me había ofrecido hacerse cargo de él, si volvía a tener problemas( y los tuvo...) Así es que ahí se quedó. Volví al lugar de los hechos. Al corderito le faltaba una pierna y tenía una herida enorme en el cuello, que fue donde mi perro se estaba alimentando... Lo de la pierna me pareció bastante extraño, porque al salir de mi casa a la de mi amiga, el cordero estaba casi intacto, casi, excepto por la herida del cuello...
A lo lejos, un perro negro se esconde al verme, arrastra algo que no logro ver muy bien. Creo que es la pierna desaparecida del cordero.
Ahora, heme aquí: sola, sin un perro que me ladre. Para colmo de males, en la oficina no pasa nada hoy, porque están “en paro”. Nadie hace nada, y yo no seré la excepción. Y como si esto fuera poco, él se fue. Ni idea de donde estará, ni que estará haciendo, ni si va a volver o no. Nada. Lo único que tengo claro es que se fue. Y ahora que ya no está, a quien le escribiré? Mi “muso inspirador” se ha ido... Es triste. Bueno, en realidad no tanto, porque sé que cuando menos lo espere, esa puerta que ahora estoy mirando se abrirá y lo volveré a ver, con su sonrisa, sus “dulces dolores de brazo”..., sus chistes (bastante fomes, pero igual me hacían reír...), su maleta con flores, sus apuntes, libros, chocolates, fantasmas, recuerdos, viajes y poesías....Y por supuesto, con su infaltable abrigo azul.
Ha muerto un cordero hoy, he perdido a mi perro y a mi “muso”. Lo peor de todo es que éste último nunca se dio por enterado. Nunca supo lo importante que era para mi, el poder de una sola palabra suya, en un día gris, por ejemplo; esos pequeños detalles que –curiosamente- siempre llegaban en el momento preciso; la sola alegría de saber que personas como él existen...
Es raro, muy raro lo que me pasó con él. Quizás por eso, nunca quise decírselo. Para que complicar las cosas. Perdería toda la magia. Y, casi sin duda, perdería su amistad.
Pero por otra parte, a veces bien vale la pena correr el riesgo, asumir lo que uno en verdad siente, ser honesta, con uno y con los demás. ¡Creo que ahora mismo voy a tomar el teléfono y ....
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