Para mayor referencia



Aquí está:
El de poca y astillada fe.
El que huye a la primera tranca de tuerca.
El que no dice no, por temor a lastimar.
El de amores engavetados.
El que remienda su corazón con esos amores.
El que se inventa cuentos con “happy end” incluido.
El que se ahoga en medio vaso de agua.
El de las batallas perdidas.
El que jamás ha asestado un golpe por temor a recibir otro.
El que ha recibido golpes sin devolverlos.
El de los resentimientos añejados y venganzas imprevistas.
El que habla con su hermano muerto.
El que llora por nada y por todo.
El de eternidad en los minutos.
El que se refugia en el silencio y la sonrisa fácil.
El que ve a través del cristal.
El que dice que todo va bien aún con la soga al cuello.
El que desprestigia esperanzas.
El de bandadas echadas al olvido.
El de anhelos inconformes que deja caer la guillotina.
El de irreverencia trasnochada que mira por encima del hombro.
El que juega con niños porque los adultos le aburren.
El de hadas y duendes en la última página del cuaderno.
El que no quiere complicaciones.
El de los “te amo” nunca recibidos.
El de los “te necesito” extraviados en el camino.
El que cree sin importar consecuencias.
El de las expectativas a primer golpe de vista.
El de las decepciones ambulantes y en doble sentido.
El que manda a la mierda sin contemplaciones.
El que ya todo le da igual.
El que se destruye para renacer con menos apegos.
El que a veces no es.
El que se busca y no se encuentra.
El que no quiere mentir.
El que no quiere amar.
El que no quiere ser él.
El que un día se irá de visita a la nube de su hermano.
Yo.