EL DIRECTOR TÉCNICO
Coño, en esta situación y mi padre regañándome “que debo ser fuerte, que la vida sigue adelante, que si el Españyol y mis triunfos en España. El capital formado y el cambio de divisas, euros por pesos, pagan la universidad de la pibeta”
Los montes dando vuelta al derecho y al revés. La camioneta incontrolable. La vida que transcurre como una película. Ese penal fallado, pesando una y otra vez sobre todos los que marqué. Bueno no es para tanto, al fin y al cabo fui redituable. Contrato de tres años y el porvenir lustroso. Pero ahora, bisturí de por medio, adiós a todo. Dios, ¿porqué, justamente tenía que ser la pierna que me dio fama y fortuna? ¿Porqué a mis 32 años me condenás a ser un discapacitado? Será que me excedí, sí, muchas mujeres, trajes de doscientos euros y el Volvo a la puerta, y la catalana de ocasión mandándome besos desde el lujoso piso de las ramblas. Pero no es para tanto, recordá las jornadas de siete de la mañana a diez de la noche en Montevideo, el cansancio de los entrenamientos y la cena, apenas un bocadillo. Pero tú tenés el saber, el poder sobre el destino del centro delantero. Tú, gran técnico de la vida dejáme en paz, no me encasillés en el pobre hombre que vive de la caridad, no soy ejemplo, ni mucho menos escarnio de nadie.
Dejáme en paz, ya tenés mi pierna para brindarle tributo, pago de piso a Satanás, tu entrañable director deportivo, el mister que adoctrina al gran ofensivo Bush a pasar encima de los todos sudacas que perseguimos la quimera, la contradicción de hacer las américas en terruño ajeno.
Montevideo, que lindo te veo, con tus mujeres vestidas a la moda, frescas y bellas con su mirada buscando mis pupilas después de alejar la vista de mi muñón. Dios, siento que te estoy perdiendo y no me importa desde que decidiste sentarme indefinidamente al banquillo.
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