El amante apareció un día vestido de overol. Se dedujo que sus habilidades mecánicas provenían de la relación proporcional a la grasa de su conjunto celeste verde azulado.
Y asi fue, se instaló con Joaquin en su taller, durmiendo en un catre, con su mudez inescrutable. Su alta figura producía una sensación de falso garbo, pero como de su comisura no salía palabra ni emitía sonido alguno, todo se resolvía con el mentiroso y circular chisme, que no tenía nada inteligente para decir, tal vez por su particular erudición sobre todos los temas.
En fin, un espeso bigote multicolor cubría su labio superior, donde en forma evasiva se posaban las miguitas y las galletitas, displiscentemente.
Joaquin lo tomó en seguida porque al llegar un cliente, que como de costumbre quería arreglar rapidamente su auto, emitio todos lo gritos guturales que salian de su motor.
- chu. chuc, ronc. ronc. ....-
El mecánico se agachó dentro del subido capot, y sin sacar la cabeza durante dos horas, para lo cual el cliente se estaba impacientando, Luego hizo una señal de que ya estaba. Se subio a su Renault, dio una vuelta y espetó
_ Grandioso_ No hace ningun ruido más, es una gacela.
Por lo cual Joaquin cobró 500 suculentos pesos extendiendo su mano en forma discreta hacia el mecánico que estiró su palma agradeciendo.
Anita, la mujer de Joaquin devota de la sinagoga, miraba al mecánico con extrema precauación al principio y luego con untuosa dedicación.
Joaquin iba a pescar de vez cuando y el mecánico trabajaba de noche adelantando su trabajo.
Anita cocinaba a la perfección. Latques, varenikes, knisches y cuando lo veía entrar espiando por la ventana hacia el taller, que se encontraba detrás de la casa, le extendía un plato, con comida. El, lo tomaba con delicadeza, y agradecía con un ademan asintiendo cortesmente.
Habían pasado 3 meses y el ritual continuaba. Anita la profana, le ofreció sus otros atributos. Entreabrió su bata y su silueta todavía conservaba sinuosas curvas e invitó a su asiduo comensal a degustar de otros manjares. Sigilosos, callados, en vorágine domesticada, iniciaron las caricias milenarias, con palabras mudas e interjecciones interceptadas por la verguenza y el disimulo, y los ojos cerrados por los párpados. Ahogaron sus desdichas, sus rutinas, sus miserias. El placer y la pasión asisitieron al agónico final de extasis, incolumnes. Los muslos de Anita no dejaron escapar el nectar de su simiente varonil.
Joaquin volvía de su pesca habitual y fue notando que Anita disfrutaba más de su ausencia que de su presencia. Y que cada día su vientre se abultaba más y sometió a su mente a las siguientes consideraciones ( y si esta feliz?- Además de que hacia tiempo, pero no se acordaba cuando habían decidido no traer hijos al mundo). (Tambien sus cavilaciones dudaban de cuando se había producido tal concepción si cada vez que se encontraban en la chirriante cama se sucedían las rotundas negaciones y evasivas.
El tiempo pasó. La fortuna de Joaquin se incrementó y la familiar también. Joaquin albergaba una tremenda xenofobia contra los inmigrantes usurpadores de trabajos, cualquiera fuese su pais de origen.Anita acunaba a Arab, su primogénito, mientras que al mecánico se le deslizaba del bolsillo de atrás su pasaporte de inmigrante libanés. Anita descubrio varias verdades. Por que no sonreía nunca?
Tenía escasos dientes, y pocos casi nulos conocimientos del idioma castellano.