Es de mañana y muy temprano, las olas marcan un compás violento, que induce a despertar, a sentarse en la orilla y caminar envidiando la armonía con la que parecen estar apareándose las olas con el viento y de pasada también con el puerto, y yo, no sé si hacerlo, no sé si salir a la arena, que es, más casa de los cangrejos y arañas de mar que mía, talvez sea una falta de prudencia y buenos modales interrumpir sus actividades tan temprano con los temblores de mis pisadas.
Además el sonido de la cerca despertaría a mi huésped y eso significa enfrentarme a su imagen inteligente, con mis no tan inteligentes ruidos de ensayo, pues estos últimos días vengo preparando mis partituras para el concierto del próximo sábado. Decía que prefiero no despertarlo, pues, aunque mi huésped lleva 14 días conmigo, y ya debería estar acostumbrada, hoy sinceramente quisiera ser solo yo, es verdad que él no hace mucha bulla, también es verdad que me gusta observarlo sentado sobre las rocas con el cabello largo recién lavado, diseñando proyectos espero algún día espero ver concretados.
Lo conozco desde que éramos niños, su casa quedaba justo en frente de la tienda de mi abuelo, una tienda de antigüedades llamada Le Rouge, en aquel entonces me enamore de él.
Un día de mucho sol y con su brazo enyesado trepamos un árbol, a duras penas, pero lo logramos, estábamos tan orgullosos, que no bajamos hasta que nos dió la noche, recuerdo claramente el hambre que sentimos, pero nos aguantábamos con disimulo, hablando de los tontos que no subían a árboles como ese y de un robot que él pensaba construir mas adelante, yo preguntaba si después haría uno para mi, me dijo que sí, le pedí entonces que tuviera mi rostro, mi tamaño, mi tono de voz y un vestido como el que llevaba, me dijo que lo que yo quería era una gemela, no entendí, nunca antes había escuchado hablar de una, cuando me lo explico entendí con pena que jamás la tendría .
No sé cuando comenzaron sus alteraciones mentales, lo cierto es que cuando nos volvimos a encontrar hace unas semanas, sentí que una parte mía había regresado, de un largo viaje, un viaje que por cierto no cambio en nada su mirada tierna con la que suele contemplarme, y tan inocente como cuando éramos niños, lo diferente son ahora de grande, son sus besos y esa pasión deshorbitante con la que hemos hecho el amor.
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Continua en el siguiente capitulo.
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