Unté mis dedos en la torta para recorrerlo todo en una marea de crema que esparciste por mis pechos. La noche arrinconó su piel dejando espacio a los deseos, a tu aliento gimiendo entre los labios mientras los ojos abiertos danzaban en la oscuridad como un destello brilloso e impulsivo. Me perdí en tu piel hasta que la madrugada nos detuvo dentro de su vientre enredados en mil manos, abiertos, amantes, latiendo en otras dimensiones. Abrazada a tu recuerdo mi boca teje el resto de la vida, la eternidad, el deseo sublime, y te vuelvo a sentir soslayando mi semblante, lamiendo el resto de tu amor que aún perdura entre las sombras, estallando, hundido en las profundidades. Hechizas el umbral de la delicia mientras grito a tu lado el sonido de un orgasmo, me provocas, vuelvo a gemir entre tu cuello y tus manos se fusionan dentro de mi alma cuando exhalas, te amo, pierdo el sentido de la realidad, agigantas tu mirada mientras muero susurrando algún secreto, me lames nuevamente, respiro ese sabor, te seduzco con mil lenguas hasta desbordarte de placer y río dichosa a la par de tu semblante que se derrama con mis redes para aplacarnos en un instante cíclico.
Ana Cecilia.
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