El señor bostezo acudió al recital aquel y entre bostezo y bostezo, aplaudía a rabiar. El público, contagiado, hizo lo mismo y en medio de absurdos bostezos, ovacionó a la cantante, que en medio de sus Do de pecho, bostezaba que era una locura.
Los críticos, bostezando y escribiendo a intervalos, proclamaron a la artista como toda una figura y más tarde, los lectores, ansiosos por conocer el dictamen del prestigioso personaje, abrieron sus bocas para emitir prolongados bostezos y se sumaron, de inmediato, a la corte de admiradores de la cantante.
El señor bostezo acudió a una importante conferencia, en la cual bostezó que era un gusto y el público lo imitó, bostezó también el orador y los invitados de primera fila, bostezaron los periodistas y al día siguiente, entre bostezo y bostezo, la gente supo que aquella conferencia había impactado en lo más profundo a los connotados y bostezadores concurrentes.
El señor bostezo, bostezaba al leer un libro, así como los lectores bostezarán al leer este cuento y de inmediato, ese tomo era elegido por los críticos como el mayor éxito editorial de todos los tiempos. Y entre nutridos bostezos, la gente compraba ese libro para leerlo después con avidez.
Cuando el señor bostezo falleció, todos acudieron en masa a despedirlo y las últimas palabras de los oradores, interrumpidas por los bostezos, eran seguidas por desgarradoras escenas de dolor de las bostezantes plañideras.
Y después del último bostezo, nadie dijo nada y la gente se retiró en masa del cementerio, mientras un mirlo bostezaba en la última rama de un ciprés…
|