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MIS NOCHES ETERNAS


Recuerdo, siendo niño, haberme quedado varias veces contemplando el firmamento en la noche, haciendo fuerza con mi mente – al menos es lo que yo creía – para que apareciera una luz de repente y se moviera espasmódicamente, cambiando de color y tamaño,…
Vivía en un pueblito del interior donde el cielo aún se conserva limpio, libre de humos, donde las estrellas pueden volver a verse cada noche con la mayor claridad, ¡ Hasta satélites veíamos con mi hermano !
Estando ya en la ciudad y siendo mayor, poco a poco fui perdiendo esa pequeña ilusión que de niño me atraía. El cielo a menudo nuboso, con la polución visual de las luces no llama mucho la atención salvo para quien desee saber si al día siguiente habrá buen tiempo o tendrá que salir con paraguas. Además uno tiene en la cabeza ciertas preocupaciones que en lugar de animarlo a llevar la mirada al cielo, lo sume en cálculos fijando la mirada en el suelo buscando una respuesta a como pagar la factura de gas que ya venció.
Por esto y otras cuestiones ya había guardado en algún lugar de mi cerebro esa fantasía que de niño me obsesionaba.
Al momento de la visión, lejos me encontraba de estar preparado para semejante puesta en escena.
El día pasaba sin pena ni gloria. De mañana al trabajo, la vuelta a casa, mi hija menor extiende sus bracitos para que la cargue, un beso de mi mujer. Traje a mi hija mayor del Jardín de Infantes, juegos, algo de televisión, la cena, al fin las dos dormidas. La menor, de meses, al pecho de la Mamá, y la mayor, que desborda ya mi capacidad de abrazarla por su tamaño, dormían como dos angelitos. Nos cruzamos una risa forzada de rostros ojerosos, y cada uno acostó a una niña. Mi mujer, luego de unos mates no tardó en irse a la cama.
Eran las 02 : 17 hs. de la madrugada, lo recuerdo bien porque al sacar la bolsa con basura a la vereda crucé la vista con el reloj, que tenemos encima del televisor. Estaba algo ventoso y seminublado. Siempre me gustó disfrutar del viento en la cara, sobre todo en la noche cuando ya todos duermen. Estiré mis brazos hacia los costados y aspiré con placer el aire fresco con aroma a pino que corría por el patio. Cerré por un instante los ojos disfrutando del placer que para mi significan estos momentos.
Abrí los ojos algo somnolientos, …, y ya no pude cerrarlos por varios minutos.


Una nube pareció tener luz propia, se encendió en tonos naranjas y amarillos variando su intensidad como una lámpara a la que se le baja y sube la tensión. Un zumbido casi inaudible pero molesto aumentó lentamente. Después de unos segundos se dejó ver una silueta triangular que parecía incendiarse, y crecía tapando a la nube de la que emergiera. Tres luces en los vértices cambiaban de azul a verde. Se detuvo a cierta distancia y estas luces comenzaron a cambiar más rápidamente, el zumbido a crecer, la luz central se fue volviendo rápidamente blanca, muy blanca, enceguecedora, más rápido las luces, más intenso el zumbido, más…….
Desperté desconcertado, con la vista hacia una pantalla de la que parecía emerger un cuerpo, quise tocarlo pero solo lo atravesé con mis dedos. Hacia mis costados, algo que parecía un arsenal de instrumentos quirúrgicos. Sentí una molestia en mi entrecejo, al tocarlo pude notar algo que, intuí como una costura. La recorrí con el índice de mi mano derecha esperando llegar al final de la sutura. Mientras el terror invadía mi mente, el dedo explorando ya mi tórax, nunca dejó de notar la sensación de piel cosida.
Al pretender incorporarme un puntazo agudo se clavó en mi cuello. Extrañamente no escuché mi grito. Como mas tarde razoné nunca había gritado: Mi boca no existía.
Dos figuras humanoides se apostaron a mis lados y sin emitir sonido me miraron y se miraron parpadeando cada uno su único e inmenso ojo negro. Dos orificios debajo de él sospeché serían las fosas nasales, aunque la nariz tampoco estaba. Delgados y con atuendos luminosos lucían desproporcionados con sus diminutas cabezas. No entiendo aún cómo, pero sé que me ordenaron levantarme y seguirlos.
Cruzamos un portal en forma de arco, caminamos por pasillos muy amplios donde aparatos robotizados oprimían botones aquí y allá. Un olor apenas nauseabundo se podía percibir a medida que avanzábamos, y el pasillo se volvía algo lúgubre. La tentación de detenerme existió aunque mis piernas no acataron la orden.
Nos detuvimos ante un portal algo menor que el anterior, éste se abrió y aun hoy no puedo dar crédito a lo que mis ojos vieron. En un inmenso salón poblado de caños y líquidos, en un ambiente frío, vaporoso, en contenedores verticales y transparentes, un número que no pude establecer de cuerpos humanos, viejos…jóvenes…niños, flotaba en fluidos viscosos, con sus bocas y oídos comunicados por mangueras a un gran recipiente común. Los cuerpos desnudos, cabellos flotando, ojos abiertos, parecía el muestrario de un museo. Me ví por un momento en el lugar de estos desdichados y retrocedí unos pasos. De inmediato, interpretando el terror que me invadía, los dos seres se comunicaron conmigo para decirme que ese no sería mi destino. Yo tendría un papel distinto, más importante. Pero al parecer, como entre los humanos, para ellos también todo tiene su precio. Para mi no sería gratuito salir con vida de allí.
Una pantalla de unos tres por tres metros se abrió paso en el aire ( o no era aire… ). Como tantas veces había visto en películas de ciencia ficción, una imagen se proyectó: Mi familia disfrutando del aire libre… mientras yo obedeciera sus órdenes. Llagas inmundas reventarían en sus pieles si yo no accedía a sus pedidos. La pantalla se esfumó así como la luz en mi mente…

Desperté en un basural desconocido, muerto de frío, mojado y hambriento. Sería de tardecita, las siete pensé…De inmediato toqué mi cara, mi pecho, no había cicatrices, quedé inmóvil por un momento. No había soñado, fue real…
Me incorporé y pretendí ir a casa, pero dónde…, caminé despacio y pude reconocer una esquina. Tomé el camino que me llevaría hasta mi familia. Cerca del barrio, en los postes de alumbrado, un papel ajado con mi foto que rezaba: -“ Quien haya visto a esta persona acudir al defensor del pueblo, comunicarse al teléfono…. Desapareció el 27 de abril pasado…”- Fechado el 5 de mayo. ¿Cuántos días había estado ausente? Al menos ocho… ¿Serían muchos más?
Llegando a mi casa tuve temor de lo que encontraría. Mi niña menor jugaba en el patio, la carita sucia de tierra; la más grande en la esquina con la bicicleta, mientras mi mujer sacaba unas matitas de pasto entre los rosales.
Me paré frente al portón sin atinar a nada, esperando que alguien me viese. La bebé tendió un brazo hacia delante emitiendo un gritito de sorpresa, al momento que la mamá se tomaba la boca al verme como una aparición del mas allá. Mi hija mayor tiró su bicicleta al suelo y saltó sobre mí gritando: -“ ¡Papá yo sabía que no nos ibas a abandonar!”- Me fundí en mi familia por largos minutos. Hubo pocas palabras.
Mas tarde el interrogatorio sería denso y mis respuestas poco convincentes para mi mujer, aunque llenaría de brillos los ojitos de mi hija más grande.
Tardaré en restaurar la confianza de mi pareja, apagar los guiños de ojos cómplices de mis vecinos varones, para quienes mi ausencia se trató de unas vacaciones maritales.
Sólo yo sé lo que pasó y eso me atormenta. Los cuerpos de esos desdichados como sapos en conserva…¿Quién me creería?
Aquella obsesión que de niño tenía se había vuelto terror absoluto.
Por las noches no quiero salir de mi casa, pero pienso en lo que harían a mis seres queridos…entonces tomo mi abrigo y salgo a vagabundear por ahí, a la caza de algún infeliz desprevenido…, mi mujer cree que tengo otro trabajo..., soy una sombra inmunda, corrompida, esperando una señal cada noche que me libere de este calvario, pero solo baja sistemáticamente, una y otra vez la misma nave reclamando sus tributos…Los elijo mayores, los niños merecen conocer la vida, además no podría…
Cada vez con mayor naturalidad marco mis presas durante el día para cazarlas más tarde.
Pero cuando me descubro ante un espejo y veo que no me reconozco hago un esfuerzo y me repito:- “ Este no soy yo, cuando me libere sabré quien soy, no debo perderme en esta pesadilla, ya pasa, ya pasará…”-

Camino mientras tanto como un socio implícito de La Parca, mi sombra parece proyectarse blandiendo su guadaña.
Las noches ya no tienen magia para mí.
Mis noches son eternas.

Texto agregado el 29-09-2006, y leído por 136 visitantes. (0 votos)


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