Quería escribir algo pero no sabía el que, por eso me he puesto a plasmar sobre el papel lo primero que me venía a la cabeza. Sin tener claro lo que iba a salir me he puesto a escribir y el resultado ha sido este. No tengo claro lo que es ni lo que significa, pero aquí está. Espero que os guste.


El frío recorría mi espalda y lograba que me estremeciese con cada una de sus caricias. Como si de una helada mano se tratase, se deslizaba lentamente, arriba y abajo calándome hasta los huesos. Pronto mi ropa estuvo empapada y luché salir del agua y respirar de nuevo aire. Era una experiencia traumática y brutal, tal vez no consiguiese salir de allí. Con un último impulso logré escapar de la prisión bajo el hielo y saqué todo mi cuerpo a la superficie, pero aun no había llegado lo peor.

Estaba rodeado por extrañas criaturas con un aire amenazante, se movían en círculos en torno a mi, preparándose para atacar. En cuanto hubo un hueco corrí para escapar y en seguida empezó la persecución. Las criaturas parecían humanas, pero se cubrían con pieles y sobre la cabeza llevaban una cabeza de león, con la melena ondeando al viento. Corrían a cuatro patas, profiriendo extraños gritos y potentes rugidos, sus manos parecían afiladas zarpas. Estaban a punto de cogerme cuando llegué a un acantilado y entonces salté. La mayoría de los monstruos logró parar, aunque algunos se precipitaron al vacío.

Pero el no cayó, su cuerpo se transformó y le brotaron alas de su espalda y todo su cuerpo se cubrió de plumas, sus piernas se convirtieron en unas poderosas patas de león mientras que sus manos se tornaron en garras de águila, al igual que su cabeza. El poderoso grifo batió sus alas y partió muy lejos de allí. Voló durante horas, durante días hasta sobrevolar unas tierras extrañas.

Disfrutaba del viaje cuando una red le atrapó en el aire. Unas personas montando en grandes pájaros dorados le derribaron en el suelo, pero cual fue su sorpresa cuando desenvolvieron la red al no encontrar a la increíble criatura, ni tampoco a un hombre. Allí aterrorizado se revolvía un niño con los pequeños brazos rodeando sus rodillas. Los hombres de las nubes se sorprendieron por semejante prodigio y llevaron al niño a su ciudad voladora. Allí los grandes sabios le cuidaron, le mimaron, le observaron y estudiaron sin llegar a creer lo que había acontecido hasta que el muchacho volvió a cambiar. En este cambio volví a aparecer yo, esta vez vestido con una imponente armadura y una gran espada con su escudo a juego.

Y allí me enfrenté contra todos mis miedos, luché contra el terror de la soledad y de la claustrofobia. Allí me enfrenté a mis propios miedos disfrazados con la piel de león. Allí recuperé la esperanza de volver a volar libre y allí volví a encontrar la paz de volver a ser un niño. Luché con valentía y salí vencedor, pues nada podría oponerse a un hombre con ganas de vivir. Ni el miedo, ni la melancolía, ni los enemigos, ni la soledad. Nada podría detener a ese nuevo hombre con esperanzas.