NO DICE MADE IN CHINA
© 2006 NovemberZulu AVMS
© 2006 Daniel Miracolo
“¡Boludo, te estoy diciendo que tengo un plato volador parado en frente de mi ventana en el piso 12!”
Me senté en la cama y la miré a Andrea. Seguía durmiendo. A las cuatro menos cuarto de la mañana, la única manera conocida de despertarla es desconocida para mi, y eso que hace doce años que estamos casados. Fernando no está casado, por eso no tiene una esposa a quien romperle las pelotas. Pero llegado el caso, para mi da lo mismo estar soltero, porque definitivamente no hay manera en el universo para que yo pueda romperle las pelotas a mi mujer entre las 12 de la noche y las 8 de la mañana.
Miré el reloj de nuevo tratando de mejorar la transmisión del celular. Imposible. En mi dormitorio pareciera que la señal de celular encuentra su propio Triángulo de las Bermudas.
- La puta que te parió, esperá que voy al living que no te escucho una mierda… - Tosí un poco para aclararme la garganta. Me puse un slip y encaré para el balcón del dormitorio. Después lo pensé mejor y me mandé para el living. Con un manotón activé la máquina de café que estaba programada para las 7:45. Y salí al balcón para ver como el mundo estaba congelado a las 4 de la mañana en Buenos Aires. Mientras Marcelo seguía hablando dios sabe que cosa, volví al dormitorio y manoteé la bata gruesa. Ahora si, oliendo el café, agarré los cigarrillos de la mesa de café, neologismo de mesa ratona, y traté de entender por que motivo tenía que estar hablando por celular a las 4 de la mañana.
“Boludo, tengo un plato volador flotando hace diez minutos frente a la ventana de mi casa…”
Me rasqué la mejilla sobre la barba crecida que se estaba llenando de canas. Después me rasqué las bolas.
- Fernando – Traté de empezar con calma para no ir directamente a las puteadas – Nadie tiene un plato volador en la ventana.
Pude oír perfectamente la respiración honda de Fernando del otro lado del aparato.
“ENTONCES EXPLICAME QUE CARAJO ES LA COSA REDONDA CON LUCES QUE ESTA FLOTANDO EN FRENTE DE MI VENTANA”
Me quité una lagaña del ojo derecho y después de darme cuenta que lo hice con la misma mano con la que me había rascado un huevo, pensé en rediseñar mis propias normas de higiene.
- Un patrullero debe ser… - Dije yo sin saber muy bien lo que estaba diciendo.
Fernando hizo silencio.
“Un patrullero en un piso 12… Si, claro.”
- ¿Cómo en el piso 12? – Pregunté yo parpadeando involuntariamente.
“Vamos de nuevo. Hola, Nicolás. ¿Sabés una cosa? TENGO UN PUTO PLATO VOLADOR FLOTANDO FRENTE A MI VENTANA”
Encendí el cigarrillo. Di una larga calada y dejé escapar el humo mezclado con humedad y condensación.
- ¿No será un helicóptero de la cana?
“Créeme, puede ser cualquier cosa, menos un helicóptero de la cana”
- Un avión.
“Ok, un avión. Un avión detenido exactamente a cinco metros de mi ventana, iluminado como un árbol de Navidad y sin el logotipo de Aerolíneas Argentinas. Hacen vuelos a domicilio ahora. ¿Podrías hacerme el favor de despertarte por un rato y entender que te estoy diciendo que tengo un plato volador parado en frente de la ventana de mi departamento en el piso 12?”
- ¿Cómo que un plato volador? – Pregunté y fruncí el ceño.
“Un plato volador de cómo cinco o siete metros de largo, mas largo que un auto. Parece un plato con dos albóndigas en los extremos. Y tiene las luces de giro mas escandalosas que he visto”
- Estás viéndolo con binoculares… - Pregunté yo con la pobre imagen mental que pugnaba por formar en mi cerebro.
“Si me pusiera a verlo con binoculares desde acá, podría verle el numero de motor si en Marte o desde donde mierda vengan estas cosas le pusieran número de motor. Lo tengo a cinco metros de mi propio living.”
- ¿A cinco metros? Me estas jodiendo, boludo…
“¿Sabés las ganas que tengo de estar jodiéndote a esta hora, no?”
- ¿Y que hace? – Pregunté yo un poco para ganar tiempo y dejar que los engranajes de mi cabeza dejaran de patinar en falso.
“Hacen entregas nocturnas para Correo Argentino… ¿Qué se yo que mierda hace acá en mi ventana? Si querés, voy, le golpeo la puerta y le pregunto…”
- Pero no está tan cerca…
“Vos me estás jodiendo… Lo tengo ACÁ. Está flotando en frente de mi departamento.”
- No puede ser. – Dije yo. - ¿Qué hace un plato volador en frente de tu casa?
“Nico, nada me gustaría mas que no tenerlo delante, y si no se puede eso, al menos saber que mierda hace acá estacionado delante de mi casa. Por eso te estoy llamando a vos.”
- Yo no sé una mierda de platos voladores… - Suspiré dando otra pitada al cigarrillo.
“Ya se, pero sos el único al que le puedo romper las pelotas a esta hora”
- Ah – Respondí como si hubiera entendido algo.
“Tu mujer está durmiendo, ¿No?”
- Fernando… a las cuatro de la matina, todo el universo está durmiendo, excepto vos.
“Bueno, decile eso mismo a los cosos estos que están flotando frente a mi ventana entonces”
Regresé al living, apagué el cigarrillo y me mandé para la cocina. Si había un momento para café era ese momento.
- Me estas jodiendo, boludo… Me estás jodiendo y yo me tengo que levantar a las 8 de la mañana…
“No te estoy jodiendo. Esperáme.”
Me serví un café tratando de maniobrar como el jorobado de Notre Dame, con el condenado celular en la oreja. Cada vez más chicos y cada vez más incómodos. Me pregunté por que no los hacían directamente grandes y punto, así uno no tiene que lidiar con que se le patina del hombro o se lo clava en la oreja. Escuché ruidos en el dormitorio de Damián. O estaba en una pesadilla o estaba cojiendo con la novia como es usual. El desgraciado debe dormir 10 minutos por semana. Me senté en la mesa de la cocina y le di el primer sorbo al café que casi me cocina el labio superior.
El celular hizo un bip apagado.
INCOMING MMS
FROM: ALVARADO FEDERICO
+541141023472
ACCEPT (YES/NO)
Acepté el mensaje, apareció un reloj de arena dando vueltas perezosas de izquierda a derecha. Y la imagen empezó a aparecer de arriba abajo en listones horizontales.
Era el living de Fernando visto desde delante del sillón que daba a la ventana.
Y del otro lado de la ventana, la cosa con luces flotando.
Flotando por si sola e iluminando la habitación con una iridiscencia roja y azul.
Oprimí con fuerza el botón RECALL.
- BOLUDO, TENÉS UN PLATO VOLADOR EN TU VENTANA. – Exploté contra el teléfono.
“Que novedad… ¿Qué mierda te pensás que te estoy diciendo desde hoy?”
- Pero, pero… ES UN PLATO VOLADOR…
“Y si, yo un taxi no pedí”
- Llama a la cana ya mismo.
Fernando hizo un ruido con el celular. Mas tarde, recordando todo el asunto, descubrí que ese ruido lo hizo con el celular negando con la cabeza.
“Si me llevó como 20 minutos convencerte a vos, para cuando le explique a la cana, esto se volvió a su casa y lo mandaron a lavar y a cambiar el aceite.”
- ¿Y no se va? – Pregunté atónito.
“Parece que le gustó mi maceta de romero. Me desperté porque vi las luces en el living. Y había un zumbido, pero se apagó y te llamé por teléfono.”
- Ok, me cambio y voy para allá.
“No cortes el teléfono. ¿Tenés suficiente batería?
- Supongo que para media hora más tengo, pero lo enchufo en el cargador del auto. Me estoy cambiando. – Le dije mientras me lanzaba balístico contra el dormitorio. Manoteé un pantalón de gimnasia y un buzo, volví al living, y encorvado me puse la ropa. Atajé el celular en el aire cuando se me escapó del hombro. Al tercer jueguito con el celular logré atraparlo antes de caer al suelo. Casi se me cierra cortando la llamada.
“¿Qué verga estás haciendo?”
- La paja a dos manos, pelotudo… Casi se me va a la mierda el celu.
“Ah, OK.”
- ¿Hace algo Eso? – No hacía falta aclarar que quería decir con “Eso”.
“Mmm..."Nop. Está ahí. No hace nada salvo estar ahí, quietito y haciéndose el boludo como perro al que se lo están culeando.”
- ¿Luces? ¿Sonidos?
“Nada mas que las luces, son fijas, están a lo largo del borde, casi todas rojas y azules. Hay una luz blanca a la derecha y un par más medio verdosas o amarillentas. Pero son todas luces fijas. No son muy fuertes, pero no puedo ver del todo la forma del plato… Pero es circular. O sea, es un disco.”
- ¿Tiene ventanas, puertas, algo?
“No dice Made in China, si te referís a eso. No se ve más que una superficie contínua como la tapa de una olla de aluminio, pero el cuerpo de esto es oscuro. Si es de metal, es de metal oscuro. No negro, pero oscuro, para nada brillante”
Me fui de nuevo al dormitorio, me metí dentro de las zapatillas y sin molestarme en atarlas, me fui hasta la cocina, agarré las llaves del ganchero de la cocina y me metí por el lavadero en el garaje. Me di un golpe en la frente. La camioneta de Andrea estaba delante de mi auto. Pegué la vuelta hacia la cocina y dejé las llaves de mi auto en la mesada de granito, y me llevé las llaves de Andrea.
“¿Qué carajo estás haciendo?”
- Me rasco las pelotas. Andrea dejó otra vez la camioneta tapando la salida del garaje.
Abrí el portón eléctrico, encendí la camioneta, esperé a que el portón se cerrara, porque a veces quedaba abierto por la mitad y una vez se quiso meter un guacho y no precisamente a vender libros. Cuando se cerró el portón, puse primera y la camioneta salió cortando clavos con el culo por Yatay.
Doblé en la segunda esquina y me agarró el semáforo de Rivadavia. Aproveché la pausa para poner el celular en el cargador y encender el manos libres.
- ¿Me escuchás ahí?
“Un poco lejos, pero te escucho. ¿En cuanto estás acá?”
Miré por Rivadavia hacia el centro. Estaba prácticamente vacía.
- Si no me para la policía, en quince. No hay un alma en la calle.
“Buenísimo. UY, LA PUTA…”
Escuché un ruido de cosas cayéndose por todas partes. Y el ruido de un perro rascando una alfombra.
- ¿Qué pasó? Fernando… ¿Estás…?
“Uy, boludo… encendió una luz y está iluminando todo el living…”
- ANDATE DE AHÍ.
“No, boludo… - Hizo una pausa - Es como un reflector. Es una luz rectangular, como un laser, azul. Solo ves los bordes de la luz. Pero la imagen DENTRO del rectángulo es lo que está enfocando, pero al revés, como un negativo puesto patas para abajo. Es precioso. Me están chumeando la decoración. Ahora la luz está pasando por la cocina.”
No esperé a que la luz del semáforo se pusiera en verde. Puse primera y doblé por Rivadavia como si fuera en una moto. Me comí el siguiente semáforo que recién se había puesto en rojo, y a partir de ahí agarré toda la onda verde desde Primera Junta hasta Caballito.
- No te asomes, pelotudo. No dejés que te vea.
“Me estuvo viendo todo el tiempo en la ventana. Yo era el boludo con cara de asombro delante de mi propia ventana cuando apareció. Me parece que saben perfectamente que yo estoy acá cagándome encima del miedo”
- Igual, no te asomes.
Escuché una carcajada ahogada.
“Boludo… la luz es de rayos X o algo así. Cada vez que pasa sobre algo, podés ver lo que hay dentro de lo que ilumina. Se ve medio como el culo, parece que estuvieran pasando una película a través de una pecera. Estos pibes deben necesitar anteojos.”
Anteojos, puede ser – Pensé para mí – Estacionamiento no. Deben tener millaje como para todo el siglo.
Doblé por Yatay a la izquierda en dirección a Estado de Israel. La camioneta daba tumbos como una enloquecida y cuando pasé por una bocacalle casi me llevo puesto un taxi. Le pasé por delante como un rayo. El tipo todavía debe tener el asiento delantero lleno de mierda al día de hoy.
“Ahí se apagó la luz” – Dijo casi extasiado Fernando.
- ¿Donde estás?
“En la cabecera del sillón, lejos de la ventana. Pero lo veo. Uh, se apagaron las luces del plato volador también. Ah, no… están prendidas de nuevo. Ahí se apagan y se prenden. Apurate que debe estar por rajarse a la mierda y no quiero que me cagues a trompadas cuando llegues y no lo veas.”
- Estoy cruzando Estado de Israel, ahora doblo por Lavalleja. Cuando llegue a Córdoba voy a poder ver tu edificio.
Fernando vivía en la torre de Julián Álvarez y Gorriti, por el contra frente, orientado hacia Lavalleja. Una torre de 25 pisos ancha y masiva. Cuando la trompa de la camioneta pasó sobre la cebra de cruce de Lavalleja pisé los frenos y casi me doy la nariz contra el volante. Ahora, a 200 metros, podía verlo. No era muy grande y es cierto, encendía y apagaba sus luces. Pero sin duda, fuera lo que fuera, no tenía que estar colgado a esa altura frente a la ventana de mi amigo Fernando. Durante unos segundos no hice más que mirar hipnotizado esa incongruencia volante.
- Boludo… lo estoy viendo. Ahora mismo lo estoy viendo.
“¿En serio? ¿Dónde estás?”
- Estoy por cruzar la avenida Córdoba. Por Lavalleja.
“¿Venís por Córdoba y Aráoz o por Lavalleja y Honduras?”
- Lavalleja, así lo veo desde atrás.
“Bueno, apurate porque por las dudas voy a empezar con el momento “Spielberg”. Vamos a hacer contacto.”
- NO HAGAS BOLUDECES – Le grité. – Quedate en el molde hasta que llegue.
“Nico, no vinieron a cenar, pero tampoco creo que hayan venido a hacer La guerra de los mundos parte dos. Acá tengo la linterna. Vamos a hacer comunicación visual.”
- Boludo, en todas las películas de platos voladores al primero que hacen mierda es al que hace el primer contacto. Siempre el primer boludo hace la cosa equivocada y empiezan los sablazos…
Fernando tosió un momento.
“Ves demasiado HBO. Ahí vamos.”
Puse primera y crucé Córdoba con el semáforo en amarillo. Un 140 me encajó tal bocinazo que me sacó la pintura del lado derecho. Durante todo un buen trecho el edificio de Fernando quedó oculto por los techos de las casas, recién volví a verlo en la esquina sur de la manzana de mi amigo. Y volví a clavar los frenos. No había nadie en la calle, nadie más que yo viendo la cosa flotando allá arriba.
El objeto no tenía forma de plato, sino que era triangular. Y alargado. Estaba apuntando con la parte más aguda hacia la ventana y solo estaba iluminado por arriba. Por debajo era tan solo una bandeja oscura. En las paredes exteriores del edificio podían verse las luces reflejadas. La iluminación era espectral. Y entonces apareció una luz desde adentro del departamento. Iluminó levemente la superficie del objeto y se apagó.
“Ahí lo iluminé. No pasó nada. Claro, esta linternita de mierda no sirve ni para cagar.”
- Te veo iluminarlo. Abajo no tiene luces. Y no es un plato, es un triángulo.
“Mirá vos… Desde acá parece un plato oscuro. Esperáme, voy a buscar la linterna de camping”
Yo sé que tendría que haberle dicho que no hiciera nada, pero la verdad es que ahora tenía la curiosidad del mundo… Y la verdad… yo hubiera comenzado por tirarle maníes, cualquier cosa.
Puse primera.
- Esperá, no vayas a ningún lado, báncame que doblo por Honduras. Abrime la puerta.
Escuchaba ruidos de cosas revueltas a mano con rapidez.
“No, salame. Quedate ahí. Vos ves más que yo desde ahí. Yo nada mas lo tengo cerca pero veo solo la parte de adelante. Quedate ahí y decime si de pronto saca una ametralladora y yo no me doy cuenta. Además, le voy a dar primero con la luz de LED”
Me acordé inmediatamente de la linterna de Fernando. Era una de esas linternas recargables, grandes como una filmadora. Tenía dos luces, una de LED azul y una de cómo un millón de bujías. Era tan fuerte que la carga solo duraba 7 minutos, pero podías iluminar a dos kilómetros con ella.
Saqué el celular del cargador. Puse las balizas y dejé la camioneta estacionada en la calle, ahí donde había parado.
Pude ver la luz azulina de la linterna iluminar el frente del objeto tres veces y se apagó
- No hace nada… Comencé a decirle, cuando el objeto se iluminó por los lados. Dos rayos de luz azul blanquecinos suaves se metieron en la ventana de mi amigo. Se encendieron tres veces, pero lentamente, como luces de magnesio. Y se apagaron igual de lentas.
“Me contestó…”
- Si, boludo… la puta madre…
“Si… Ok, vamos de nuevo…”
- Dale – Exclamé yo. Estaba extasiado viendo la cosa que le había respondido.
Fernando encendió la linterna, dos veces. Pausa. Dos veces más.
El aparato repitió la secuencia de luces. Casi me meo encima.
“¿Viste?”
- Si, estoy viendo… Esto es… Esto es… Es tremendo…
“Ok, ahora… a ver… ¿Cómo se pasaba esta cosa?
Me pregunté que estaría tratando de hacer con la linterna cuando me di cuenta inmediatamente. Fernando iba a iluminarlo con la…
La luz halógena le pegó al objeto casi con violencia en el contraste de la oscuridad de la noche. Quedó completamente iluminado.
Todo ocurrió muy rápido.
El objeto apagó todas sus luces y retrocedió unos diez o quince metros en un instante. Una niebla blanca rodeó su superficie.
“No le gustó”
Fue lo único que alcanzó a decir Fernando antes que el rayo blanco le diera de lleno a la ventana. Todo el edificio completo se iluminó en medio del aire galvanizado, como si estuviera a punto de amanecer en el interior del edificio. La luz duró dos segundos y atravesó todo el piso de lado a lado del edificio. Pude ver el haz de luz salir por el frente del edificio, como si fuera una aguja y la explosión llevándose todo consigo. La llamarada de salida debía tener como medio kilometro de largo. Cuando se apagó, en lo que había sido el balcón de mi amigo, había un hueco rectangular de casi diez metros de diagonal. Alrededor del hueco, una mancha negra de carbón y el humo ascendiendo en el aire frío de la noche. Todo el edificio en esa zona alrededor de la mancha carbonizada y a lo largo de la trayectoria del rayo había quedado como cristalizado y las llamas salían desde todas las ventanas del frente y del costado. Lentamente caían trozos de mampostería quemándose como si estuvieran impregnadas de combustible.
El teléfono sonó en mi oído con la señal de comunicación perdida.
El objeto giró lentamente a la derecha, subió como un ascensor unos metros y salió disparado en dirección al río.
Me metí el celular en el bolsillo, subí a la camioneta y apagué las balizas. Miré por última vez el desastre y doblé por Gorriti.
Con suerte, llegaría a casa antes que Andrea se despertase.
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