Al final, todo lo que tendremos será un cajón,
un reluciente cofre en donde nos meterán
en el momento preciso, ni antes ni después,
para ello nos vamos encogiendo poco a poco,
para hacer la medida perfecta en que, entallados
y sobrios, seremos envasados y guardados
como una conserva cadavérica y perecible,
alimento para gusanos que recorrerán gustosos
los canales propicios formados por nuestras arrugas.
Ya no cabrán preguntas trascendentales,
seremos el pastel para esas criaturitas insaciables,
cuando el marfil de nuestros huesos
de paso a un polvo más residual que bíblico,
caerán como velos las creencias, no habrá un dios
que nos redima y nos transforme en seres luminosos,
a lo más seremos abono, sólo esa es la única certeza,
levantemos, pues, nuestras manos al cielo
que ya habrá tiempo para la muerte eterna..
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